Una nueva estación de tren para seguir especulando

En 30 años de implantación, la Alta Velocidad Española ha sido un negocio ruinoso, un transporte ineficiente por su escaso número de pasajeros y está en el origen de numerosos problemas ambientales.

Armando Cuenca y Aitor Balbás. Candidatura Ciudadana Aranzadi Pamplona en Común.

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Una inversión global financieramente deficitaria a largo plazo, socialmente cuestionada y
que ha provocado la pérdida del 60% de tráfico ferroviario de mercancías (su razón de ser según el
actual Gobierno de Navarra). Pese a que el billete esté fuertemente subvencionado, los usuarios
habituales son un pequeño porcentaje de la población (menos del 5%) y los sectores más humildes
no pueden costeárselo. 

El proyecto, anterior a la crisis, no ha cambiado porque su sentido profundo —ahora alimentado de
manera opaca por Geroa Bai— permanece: políticas económicas anticíclicas para generar empleo
precario y favorecer pelotazos urbanísticos vinculados a las estaciones. La reactivación del proyecto
de la estación del AVE en Echavacoiz es producto del recalentamiento de la burbuja inmobiliaria: las
cuentas del PSIS, sostenidas por las expectativas de compra de vivienda a manos de nuevos
especuladores, vuelven a cuadrar. 

¿Y el Gobierno del Cambio de Iruñea? Se supone que su alcalde de Eusko Alkartasuna —y EH Bildu
en su conjunto— están en contra del proyecto del Tren de Alta Velocidad. ”Un proyecto que me
genera muchas dudas”, ha dicho Joseba Asirón en en alguna ocasión. Por su parte, la Concejalía de
Urbanismo —controlada por EH Bildu— tiene encomendada la tarea de “revisar” el PSIS. ¿Para que
cuadren las cuentas mitigando su impacto en el territorio? ¿Para, al igual que en Salesianos, vender
gato por liebre a la mayoría social que ha votado cambio? Algunos no nos olvidamos de que el
acuerdo programático habla de derogar el PSIS. 

Para que el TAV llegue a Pamplona es necesario ejecutar el plan en términos muy similares a como
lo redactaron hace una década UPN, PSN y PP. O sea, que hace falta construir y vender mucha
vivienda. En resumen: en una economía hegemonizada por el turismo, el mercado inmobilario y, en
menor medida, la obra pública, apoyar una nueva estación es fomentar la especulación urbanística y
apostar por la llegada del TAV a Pamplona. 

Ya suponíamos que el alcalde no iba a apostar por la desobediencia civil para detener este
proyecto… y que no iba a poner en riesgo la estabilidad del Cambio para dificultarlo, pero ¿es
necesario navegar a dos aguas cuando se trata de la Alta Velocidad Española en Pamplona? ¿No
genera una desafección con la base social del Cambio que se opone mayoritariamente al proyecto? 

Desde la Concejalía de Urbanismo se dice que hay que tener “visión de ciudad”, y que una “mirada
larga”, de 100 ó 200 años, sugiere que el lugar idóneo para una estación sería Etxabakoitz. Nosotros
pensamos que esa “mirada larga” adolece de lo mismo que adolecido el urbanismo en esta ciudad
desde el principio de los tiempos: se ha hecho de espaldas a la gente. Más allá de argucia conceptual
—trufada de una ideología profundamente conservadora—, en este caso, tampoco se tiene en cuenta
el coste de oportunidad de la inversión. Son un mínimo de 200 millones de euros, que bien podrían
destinarse a otros objetivos estratégicos como la gratuidad del ciclo educativo 0-3, o la red de ejes
troncales de transporte público, por citar sólo dos campos en los que está ciudad tiene un retraso
escandaloso, producto de la orientación reaccionaria que ha disciplinado a sus habitantes
históricamente. 

¿Tiene la Concejalía de Urbanismo en cuenta que ninguna ciudad europea invierte en alejar sus
estaciones del centro como se haría en Pamplona —seis veces más lejos que la actual—? ¿Se ha
considerado la “alternativa cero”? No existe ni un solo estudio de cuánto costaría modernizar la
estación actual, mejorando la insonorización y seguridad del bucle, e incluso eliminándolo
parcialmente (el tramo de San Jorge a Berriozar). 

Desde los movimientos sociales y, recientemente, desde el movimiento vecinal de San Jorge, se

están ofreciendo alternativas de mejora del tren convencional, y de la propia funcionalidad de la
estación, que no pasan necesariamente por ejecutar el engendro que diseñaron UPN, PP y el PSN en
2006. Los movimientos vecinales casi siempre tienen razón porque su actividad no está mediada por
los intereses económicos. Por eso, nos parece imprescindible analizar, junto con el vecindario de San
Jorge, la posibilidad de mantener y mejorar la estación que hay en su barrio. 

De hecho, nos preguntamos, ¿por qué la Concejalía de Urbanismo no lo ha hecho antes?

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