Alcaldesa Ibarrola: cien días de nada
Permítanme que sea directo en el arranque de este artículo. Éstos han sido 100 días calamitosos que se han desarrollado entre el desconcierto, el bloqueo, la frivolidad, las bravuconadas y la recogida de cable mientras la ciudadanía de Pamplona asiste con estupor a la puesta en marcha de un equipo de gobierno en minoría que parece no haber encontrado su sitio.
Joseba Asiron Saez. Concejal de EH Bildu en el Ayuntamiento de Pamplona-Iruñea.
2023-ko irailak 29
La paralización de la actividad municipal y desarrollo de proyectos estratégicos para nuestra ciudad choca con el frenesí de la agenda de la alcaldesa que con 250 eventos a sus espaldas en estos primeros 100 días se presenta ante los medios en su rueda de prensa con cara de estupor y claramente incómoda ante sus preguntas. El documento de rendición de cuentas presentado con los que denominan “50 principales acciones iniciadas en los 100 días de gobierno” difícilmente consigue ocultar el número de proyectos bloqueados. El anuncio de la creación de un logo marca Pamplona cacareado como la medida más ambiciosa que tienen entre manos podría tener perfectamente el desgobierno como inspiración y sería fácilmente identificable por la ciudadanía si en su acción de gobierno se basara. Entre intentos de desmarcarse del anterior equipo de gobierno de Navarra Suma (caso de Beloso o de la Plaza de la Cruz) convive sin aparente contradicción con el continuismo en sus facetas más caciquiles: prohibiciones, desprecio a la oposición aun cuando esta es mayoría, negaciones a comparecer, dilación ante solicitud de información, etc. Y es que UPN sigue pensando que el Ayuntamiento de Pamplona es su cortijo particular y que, en base a esa ficción, puede hacer y deshacer tratando constantemente de pasar por encima de la mayoría municipal. Esa estrategia, lejos de facilitar la gobernabilidad de la ciudad, está empantanando su gestión y paralizando su desarrollo.
Pero lo peor es que la clara incapacidad de UPN para llegar a acuerdos con otras fuerzas se refleja en un doble aislamiento: el primero, quizá el menos importante, es el que afecta a la propia alcaldesa y a su partido, cuya única interlocución es con la derecha española; el segundo, mucho más grave, es que ese sectarismo implica también un aislamiento institucional ya que UPN está utilizando el Ayuntamiento de Pamplona como ariete en su confrontación partidista con quienes hoy rigen el Gobierno de Navarra. Y esto, evidentemente, va en detrimento de la ciudadanía de Pamplona, la permanente ignorada en estos primeros 100 días.
De salto en salto entre ocurrencias y chapuzas, UPN va dibujando su semblanza ante quienes asistimos con asombro, y un poco de vergüenza, a salidas de pata de banco como lo sucedido con la propuesta de la plaza de las Merindades o los intentos falsos de rectificación como Sarasate o Plaza de la Cruz. Todos, proyectos que no cuentan con respaldos políticos suficientes; muchos, con extraños tufos a oscuros intereses económicos, y, ninguno, surgido de un proceso real de diálogo.
Y esto también es achacable al pecado original de la forma de ver la política de un regionalismo que cimenta su acción en la impunidad que les otorgó en sus tiempos de gobierno la confrontación identitaria. Esa misma confrontación que hoy, como en los tiempos de Maya o de Barcina, sigue alimentando los ataques irracionales a los movimientos populares que Ibarrola y su partido, en esa trasnochada retórica del postfranquismo, asocian con los “malos navarros” a quienes hay que escarmentar para encaminar a los “buenos”.
Ocultar información, obviar el parecer de la ciudadanía, pasar por encima de las mayorías democráticas o alimentar la diferencia de trato o, mejor dicho, los tratos de favor, son actitudes plenamente vigentes en este Gobierno que también beben de esas mismas fuentes. Nada nuevo bajo las estrellas de estos primeros días de andadura a tropezones.
Y es que a la señora Ibarrola parece que, cien días después, no se le ha borrado la cara de susto y su sobreexposición tanto en eventos protocolarios como en actos en los que invisibiliza y silencia a sus propias y propios concejales, no consigue ocultar la inanidad de su propuesta para la ciudad. Y es que detrás del oropel no hay nada de nada. Utilizar la plataforma del Ayuntamiento para tratar de copar los medios con actos vacíos, para engordar su book con fotos forzadas o forzar discutibles encuentros con homólogos como Martínez Almeida, es una operación de Marketing político rancio difícilmente explicable para alguien que solo aspira a regir un Ayuntamiento.
Y es quizá en esta última frase en la que se esconde la realidad de las verdaderas aspiraciones de la alcaldesa. Se diría que Ibarrola está en campaña permanente más interesada quizá en el proceso de transición que se está abriendo en su propio partido, que en el bienestar de la ciudad. La pregunta inevitable que nos viene a la cabeza es si el oficialismo de UPN, es decir Esparza, está usando la figura institucional de la Alcaldía de Pamplona para promocionar a quien quiere que sea su sucesora frente a la incierta alternativa populista que viene del sur. Pero lo grave es que Ibarrola colabore en esa estrategia, usando la institución que le ha tocado presidir en pos de verse como futura candidata a la presidencia del Gobierno.
Voy terminando. Estos 100 días esbozan el retrato de una mandataria alejada de la realidad de la ciudadanía, enfrascada en sus propias guerras y obsesiones, incapaz de romper amarras con el pasado ni tender puentes con el futuro. En definitiva, una mandataria que no acepta su minoría, que actúa con prepotencia y que por sus urgencias olvida que debe gobernar para todos y todas sin utilizar su propio programa electoral como si fueran las Sagradas Escrituras.
100 días de errático ejercicio de la Alcaldía, 100 días perdidos para Pamplona en los que las imposiciones, las ocurrencias y las chapuzas están dejando un Ayuntamiento y una ciudad empantanada. 100 días de nada, esta es la realidad.