Mc Coworkids
Durante años ha habido barrios que por su naturaleza y por la historia de sus gentes han entendido que unirse, apoyarse, tejer redes, crear asociaciones era una de las formas de mejorar su vida, su entorno.
Marta Lacueva Armendariz Diana López Dominguez Ángel María García Itziar Martínez Berrogui Idoia Etxeberria Dufur Oskia Zaro Arkauz Ex-monitoras de Federación Batean
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Uno de estos barrios es la Rotxapea donde sus vecinos y vecinas llevan toda la vida ayudándose, creando barrio, tejiendo redes. Uno de estos hilos de la red rotxapeana son las asociaciones infanto-juveniles. Hace más de 40 años que surgieron las primeras, fueron padres, madres y jóvenes los que en su momento idearon diversas actividades para los niñas y niños del barrio. Eran actividades sencillas: manualidades, juegos de antaño, filatelia, danzas, excursiones, campamentos, etc… en las que pronto empezaron a darse cuenta de su potencial transformador. Los y las txikis acudían semana tras semana y se creaba un vínculo personal entre ellas y ellos, con sus monitoras y monitores y con sus familias, era un espacio abierto y donde todo el mundo podía participar, integrarse, daban igual los diferentes colegios de procedencia, las religiones o la situación económica, todos y todas eran de la asociación sin diferencias.
No eran actividades de mero consumo, eran actividades que acompañaban a los y las menores durante toda su infancia en espacios elegidos por ellas y ellos, al ir creciendo participaban de la vida de la asociación, cada vez con más responsabilidades, aprendían a programar actividades, a relacionarse, a cuidar de otros, en definitiva, una escuela de vida en la puerta de su casa, su barrio.
Este hecho no pasó desapercibido para la Administración que entendió que eran unos espacios ya creados, fantásticos para desarrollar, acompañar y prevenir desde el ocio y el tiempo libre. Así decidió facilitar la incorporación de técnicas y técnicos sociales insertos en estas redes junto con los voluntarios y voluntarias para que la red creciese en preparación técnica y fortaleza.
Fue la administración la que entendió que este desarrollo de la sociedad civil organizada necesitaba de referentes formados para coordinar los procesos y lo pudo hacer en los barrios que ya contaban con esas redes asociativas. Este modelo no tiene una fórmula mágica, cada barrio vive y tiene una idiosincrasia particular, es el propio barrio el que tiene que desarrollar sus redes, y es la responsabilidad de la administración fomentarlo.
Son muchas las ciudades y asociaciones que han acudido a ver funcionar este modelo con la intención de poder implementarlo, y es mucha la bibliografía que sostiene esta forma de desarrollo social. Y de repente, hace un mes, nos despertamos oyendo desde el Ayuntamiento que este no es un modelo válido. Da igual que más de 30 monitoras y monitores dediquen su tiempo libre a la prevención en el tiempo libre, da igual que más de 70 jóvenes estén en procesos de formación como monitores y monitoras, da igual que más de 400 txikis sean asociación en BATEAN, dan igual las relaciones con colegios, centros de salud, unidades de barrio, asociaciones, etc….Hacen tabla rasa sin valorar más de 40 años de experiencia y muchas horas de desarrollo técnico-social al servicio de la prevención en el ocio y en el tiempo libre, sin criterio técnico compartido que lo avale, y con la duda de un servicio público municipal de gestión directa con personal al cargo sin trayectoria en la administración pública.
Las redes existían antes de que llegara el Ayuntamiento y seguirán tejiéndose pese a todas las dificultades. No estaría de más que se explicara públicamente que es lo que no vale de este sistema y que se pudiera haber evaluado antes de cualquier toma de decisión.
Quieren traer unas actividades chulísimas, iguales para todos los barrios, que los niños y niñas vayan y las consuman. Pero una vez terminadas dichas actividades, esos monitores y monitoras también desaparecerán, ya no serán voluntarias y voluntarios del barrio, nunca podrán ser referentes en la vida cotidiana ni en la multiplicidad de espacios comunitarios que se comparten en un barrio. Serán como las monitoras y monitores de cualquier actividad cultural, muy profesionales y harán muy bien su trabajo, pero ¿el objetivo es la actividad o la actividad es el mero instrumento transformador social y personal?
No deberían de generar peligro los espacios que hacen personas, libres, críticas, responsables con su entorno y los demás. Cualquier profesional o gestor que esté cerca de esta realidad lo sabe, y puede ayudar y hacer propuestas de cambio que mejore su desarrollo. Pero no destrozar el valor en sí mismo que ha creado todo este trabajo y todo este voluntariado.
¿Será de más alimento una lechuga rotxapeana o una Mc Coworkids?