Nobel, pobreza e instituciones

Javier Liras y June San Millán

REAS, Red de Economía Alternativa y Solidaria

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El 17 de octubre, se conmemora el Día Internacional contra la Pobreza. Un día en el que multitud de organizaciones salimos a la calle y expresamos nuestro compromiso con la lucha contra la pobreza y la exclusión social. Muchas de nosotras proponiendo modelos económicos solidarios y transformadores que vayan más allá de paliar la pobreza y la exclusión, es decir, modelos que al no estar centrados en la acumulación de capital no generan desposesión.

Esta misma semana nos encontramos la noticia de la entrega de los Premios Nobel y que precisamente el premio Nobel de Economía ha sido otorgado a tres economistas por sus estudios empíricos y teóricos que exploran las diferencias en la prosperidad de las naciones, por su metodología novedosa y por plantear nuevas estrategias para entender la desigualdad. Estos son el turco-estadounidense Daron Acemoglu y los británico-estadounidenses Simon Johnson y James Robinson. El Comité del Nobel reconoció que pese a que la temática no es nueva, habían encontrado nueva y convincente evidencia de una explicación de esa brecha: las diferencias en las instituciones de una sociedad.

Su estudio defiende la importancia que tienen las instituciones en la prosperidad o no de un país y por tanto la responsabilidad que éstas tienen en crear estructuras que actúen frente a la pobreza o estructuras que per se generen pobreza. Por eso diferencian entre “instituciones inclusivas” e “instituciones extractivas”. Así determinan que “las sociedades con principios de derecho débiles e instituciones que explotan a la población no generan crecimiento ni cambios para bien”. Según el trabajo de los galardonados, “una explicación de las diferencias en la prosperidad de los países es por las instituciones sociales que fueron establecidas durante la colonización”.

Estos autores señalan la importancia de unas instituciones que promuevan la participación de la población en la toma de decisiones políticas y económicas frente a aquellas instituciones extractivas que concentran el poder en manos de unos pocos. Instituciones inclusivas favorecen la autogestión, la democracia participativa y crean espacios de cooperación. De esta manera se puede favorecer el empoderamiento comunitario y la equidad en la distribución de los recursos haciendo frente a erradicar las formas estructurales de pobreza.

Se tiene la costumbre de que cuando se habla de prosperidad y desarrollo de un país el índice que se usa es el crecimiento del PIB. Esta concepción del éxito económico también está criticado por los nuevos Premios Nobel. Éstos señalan que el desarrollo y la prosperidad de un país debe ser medido con otros índices que tengan en cuenta la inclusión y el bienestar de toda la sociedad, no sólo por el éxito económico que puede ser, y de hecho en muchos casos así es, de unos pocos.

El Premio Nobel de Economía 2024 sobre la pobreza y sus causas desde nuevas perspectivas y con nuevas metodologías nos da pistas para poder enfrentar esta persistente realidad en el sistema económico hegemónico. Gracias al trabajo de éstas personas nos damos cuenta de que el papel de las instituciones no sólo es importante, es crucial. Necesitamos instituciones inclusivas, que apuesten inequívocamente por el bienestar colectivo, sólo así tendremos una esperanza para erradicar la pobreza.

Si hacemos un análisis desde la Economía Solidaria nos encontramos reflexiones muy interesantes que nos sirven para hacer una llamada de atención a nuestras propias instituciones. La introducción de clausulas sociales y medioambientales en los procesos de contratación pública es por ejemplo una herramienta potente de transformación, que favorecen a empresas que velan por el bienestar de las personas, el cuidado del entorno y el reparto justo de la riqueza, contribuyendo de esta manera a la erradicación de la pobreza.

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