Crisis en el grupo Volkswagen
Ramón Andrés Contreras López
NEETEN (Nafarroako Energía Eraldatzen)
2024-ko irailak 11
La empresa alemana Volkswagen acaba de anunciar una reestructuración integral de su grupo automovilístico, que incluye el cierre de plantas de producción y componentes.
Según los directivos la venta ha caído en unos 500.000 vehículos desde la pandemia, lo que equivale a la producción de dos de sus fábricas. “El mercado para esa producción ya no existe”, ha declarado uno de los rectores de la compañía. Por lo que no se descarta el cierre de fábricas y despidos forzosos en suelo alemán, cancelando un acuerdo vigente desde 1994, por el que se excluían los despidos obligatorios hasta el año 2030.
En la factoría de Landaben, la noticia ha causado la natural inquietud que se ha querido contrarrestar con un mensaje de tranquilidad basado en dos cuestiones: Uno, que los procesos de adaptación a la fabricación de vehículos eléctricos se mantienen en sus ritmos. Y dos, que la cadena de montaje de los eléctricos y los de combustión es la misma, por lo que si la venta de los primeros no cumple las expectativas, se podrá paliar con el aumento de la producción de coches de combustibles contaminantes.
Curiosas argumentaciones. La primera desprovista de cualquier atisbo de solidaridad de clase, que viene a decir: si cierran plantas, mientras no sea la nuestra vamos bien. Y la segunda: hay que mantener la producción a toda costa, planteando la tramposa disyuntiva: o empleo o ecología.
Hacer frente a situaciones como las planteadas por la crisis en el grupo Volkswagen requiere en primer lugar conceptualizar correctamente y situarlas en su contexto. No se trata de un hecho aislado, fruto de una mala gestión de sus directivos, sino que responde a las características estructurales del capitalismo.
Este sistema económico tiene un mecanismo interno que le vertebra y que le es consustancial: La necesidad de expandirse continuamente; la búsqueda compulsiva de nuevos mercados convirtiendo al planeta entero en un mercado global en permanente disputa con otros capitalistas. El mal endémico del capitalismo le viene por la necesidad de generar constantemente mercancías para conseguir la máxima rentabilidad.
Pero en un contexto de competencia Inter capitalista, cuando no se logra incrementar la tasa de ganancia y esto se convierte en una tendencia, la reacción es, por una parte, agredir las conquistas sociales y los derechos de las clases asalariadas, y por otra la explotación de la naturaleza.
Por todo ello las tensiones no paran de crecer en la economía mundial, donde las diferentes potencias imperialistas compiten entre sí por los mercados, las tierras y los recursos. Conformando una situación de crisis eco social en la que se da una interactuación de varios factores. En definitiva, no se puede comprender la crisis ecológica al margen de la crisis sistemática del capital y viceversa.
Los limites planetarios están amenazados por la actividad productiva. El calentamiento climático, la pérdida de biodiversidad, las alteraciones de ciclos biológicos, los modelos energéticos contaminantes, la desforestación masiva, la contaminación marítima, las guerras, las migraciones, la colonización de los recursos naturales de los países del Sur…, se combinan con el deterioro de los salarios, el aumento del paro y las desigualdades sociales, el abandono de los servicios básicos, la feminización de los cuidados, el ascenso de la ultra derecha…, todo ello como resultado del modelo de producción capitalista que amenaza con acabar con la vida en el planeta.
La crisis del grupo Volkswagen ilustra el momento en que vivimos a escala mundial. Estamos inmersos en un sistema basado en la desigualdad y en la explotación humana y el expolio de la naturaleza. Donde dos crisis concomitantes; la social y la ecológica configuran una crisis civilizadora.
Buscar salidas a estas situaciones conflictivas requiere salir de los marcos aislados de empresa y buscar la confluencia de sindicatos, fuerzas políticas de izquierda, grupos ecologistas y organizaciones sociales en base a un programa que contemple cuestiones como la garantía de las condiciones de vida, vivienda, alimento, agua, energía, salud, educación, cuidados para todas las personas. Incluyendo también medidas para la reducción de la huella ecológica, lo que supone luchar por la capacidad de decidir sobre lo que hay que producir, con qué, de dónde y para quién.
Este es el reto que tenemos por delante, poder responder a situaciones conflictivas como la del grupo Volkswagen y otras que se están presentando y se presentarán, con plataformas unitarias que articulen las luchas en el centro de trabajo y la comunidad en base a los intereses comunes de la clase trabajadora
Lo que significa combatir por la capacidad de la sociedad para establecer formas de planificación integrales y sostenibles, basada en la democracia radical y participativa.