8 DE MARZO. DE NUEVO, NOS PLANTAMOS

El 8 de marzo de 2017, más de 200.000 mujeres* argentinas marcharon entre ciudades grandes y pequeñas al grito de "Ni una menos, vivas nos queremos" en lo que fue la primera convocatoria de huelga global feminista convocada hasta el momento.

Coordinadora Nafarroa de la Huelga Feminista

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En octubre de ese mismo año, el movimiento #MeToo consiguió sacar a la luz a través de Twitter miles de casos de abusos y agresiones sexuales machistas gracias a la valentía de tantas mujeres* que aunaron fuerza y voz para denunciarlo públicamente.

En 2018, siguiendo la estela del país latinoamericano, cientos de mujeres*, muchas procedentes de diferentes espacios y colectivos feministas, decidimos comenzar a organizarnos desde nuestros territorios y trabajar juntas en aras de dar el paso y convocar también una huelga feminista el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer*. Una huelga que desde el principio entendimos y utilizamos como una herramienta más para articular nuestra protesta frente al sistema heteropatriarcal, visibilizar nuestra respuesta de insumisión como sujetos objeto de su dominación, y, sobre todo, recoger y situar en el centro de la esfera pública las reivindicaciones históricas de tantas mujeres* que nunca han dejado de luchar por nuestros derechos. Las diferentes fotografías de aquel día de todas nuestras calles colapsadas por miles de mujeres* nunca caerán en el olvido. El 8 de marzo de 2018 marcó un antes y un después en nuestra historia contemporánea y la fuerza del movimiento feminista es ya incontestable.

Este año el movimiento feminista de Euskal Herria y Nafarroa volvemos a convocar para este próximo viernes 8 de marzo de 2019 una Huelga Feminista, esta vez de 24 horas y de nuevo enmarcando nuestras reivindicaciones en torno a diferentes ejes – consumo, cuidados, estudiantil, laboral y pensionistas –. Una huelga feminista, anticapitalista, anticolonialista y antiheteronormativa que apunta y señala sin complejos las múltiples violencias estructurales que atentan directamente contra nuestras vidas.

Las mujeres*, trans y bolleras, como sujetos oprimidos por este sistema, dejaremos ese día de hacer todas nuestras tareas. Nos volvemos a plantar. Dejaremos de trabajar asalariada pero también gratuitamente, dejaremos de cuidar, de estudiar, de consumir y, en general, de sostener la vida y, en su lugar, tomaremos las calles y las haremos, de nuevo, nuestras. Volveremos a demostrar lo que ya sabemos: sin nosotras, se para el mundo. Y lo pararemos gracias a la confluencia de miles de mujeres* que desde sus propios barrios, ciudades y pueblos vienen construyendo juntas su propia lucha; una lucha común a todas, pero singular para cada una. Mujeres*, bolleras y trans, racializadas, blancas, mujeres* con diversidad funcional, pensionistas, jóvenes y estudiantes, mujeres* del entorno urbano pero también rural; mujeres* presas; mujeres* asesinadas por la violencia machista que ya no están pero a las que no olvidamos; todas, a partir del reconocimiento de nuestras diferencias, particulares desigualdades y, sobre todo, potencialidades, estamos llamadas a parar. Queremos que desde cada territorio cada una de estas mujeres* salga a sus propias calles, cuelguen su delantal en sus propios balcones y ocupen sus propias plazas. En ello llevamos trabajando cientos de mujeres* en todo Nafarroa, organizándonos desde nuestra propia comunidad, fortaleciendo nuestras redes y tejiendo nuevos lazos entre todas.

Como novedad, este 8 de marzo damos a los cuidados la centralidad que merecen y nos hemos volcado en señalarlos, visibilizarlos y destaparlos como herramienta que utiliza el sistema capitalista y heteropatriarcal para continuar oprimiéndonos y desplazándonos. Es a nosotras a quiénes se nos asigna el deber de cuidar, principalmente desde el ámbito privado, doméstico, invisibilizado y apartado a conciencia de la esfera pública; un trabajo que realizamos sin remunerar, que no se contabiliza y que, por tanto, queda socialmente devaluado e incluso denigrado por parte de las estructuras capitalistas y heteronormativas. Además, la falta de cobertura pública en cuanto a la prestación de servicios de cuidados a la ciudadanía y la consiguiente externalización o privatización de los mismos precariza las plantillas de trabajadoras – feminizadas casi en su totalidad – de unas empresas privadas que obtienen ingentes beneficios sin, a la par, garantizar la calidad en la atención prestada a nuestras personas dependientes. Queremos así acabar con el orden social simbólico impuesto y su heteronormatividad moral, con el ideal heterobinario conformado por un sujeto masculinizado y otro feminizado y basado en la subjetividad masculinizada como eximente hacia todos los trabajos de cuidados que a nosotras, por el contrario, se nos trasladan.

Exigimos que la vida y el respeto hacia nuestros cuerpos ocupen un papel central y prioritario en todas las políticas públicas. Exigimos un nuevo pacto social y político atento a nuestras reivindicaciones. Queremos dejar de ver cómo nuestras compañeras son asesinadas por ser mujeres*, cómo nuestros cuerpos siguen siendo objeto para su consumo, cómo nuestra fuerza de trabajo es utilizada para seguir reproduciendo sus privilegios o cómo nuestro sistema de (in)justicia sigue desprotegiéndonos. Razones nos siguen sobrando. La sostenibilidad de la vida requiere de unos poderes públicos dispuestos a atender y priorizar las reivindicaciones tanto históricas como contemporáneas que sólo el movimiento feminista, desde la autonomía que le caracteriza, ha sido capaz de situar en el epicentro de los debates públicos. Sin duda nos volveremos a hacer oír; y como siempre, el interrogante radica en cuándo por fin nos van a escuchar.

Gehiago