Sare pone encima de la mesa la situación de los y las niñas que sufren la dispersión con datos escalofriantes

Hay 113 ñiños y niñas que sufre directamente la disperión al tener al padre, a la madre o a ambos encarcelados. A la privación de libertad se le ha de sumar la dispersión y una política penitenciaria de excepción que dificulta larelación familiar.

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Sare ha publicado una serie de datos sobre la situación que atraviesan los y las niñas menores de edad que tienen familiares presos en cárceles españolas y francesas para “sacar a la luz una comunidad que hasta ahora ha permanecido en la sombra”.

A las largas condenas de 20, 30 o hasta 40 años hay que sumarles la aplicación de una legislación excepcional que impone el cumplimiento íntegro de las condenas, sin beneficios penitenciarios, a diferencia de otros padres y madres presos y el propio alejamiento que conlleva la dispersión.

Cómo viven estas jóvenes personas el encarcelamiento de sus padres y madres, el cumplimiento de sus condenas en condiciones de excepción y cómo hacen frente a estas situaciones son algunas de las cuestiones que se analizan en el dossier que se ha publicado y en el que se publican las conclusiones del estudio sobre cómo afecta todo ello a las vidas y desarrollo de estas niñas, niños y adolescentes.


113 “niños y niñas de la mochila”

Los datos ofrecidos por Sare nos hablan de 113 menores de 18 años que tienen a su madre, padre o ambos en prisión, 3 de los cuales viven con su madre en prisión. La mayoría de ellos tienen entre 9 y 12 años, aunque los hay de todas las edades. “Muchas de las hijas e hijos de personas presas que hoy tienen más de 18 años han crecido sin padre o madre”, dice Sare, que recuerda el caso de Peru del Hoyo Sánchez, cuyo aita fue arrestado cuando tenía año y medio de edad y falleció en prisión el verano pasado. “No tiene recuerdos de él en libertad”, lamentan. Por si eso fuera poco, sumando el total de las visitas que fue haciendo a lo largo de 19 años, no pasó más que 15 días en contacto directo con su padre. Sin embargo, dio veinte veces la vuelta al mundo, sumando todos los kilómetros que ha tenido que realizar desde su casa en Euskal Herria a las diversas cárceles españolas donde estuvo su padre.

De los jóvenes mayores de 18 años, una gran cantidad ha pasado su infancia viajando y con la falta de sus madres o padres en casa. Como dicen en sus propias palabras “nos han robado la infancia” y “nos quieren dejar en la orfandad”.

Régimenes de visita y afecciones a la psicología de los menores

Sare recoge en este estudio otras realidades como los régimenes de visita en los diferentes estados y prisiones y cómo afectan esto a “los y las niñas de la mochila”. Fernando Olabarrieta y Luixa Reizabal, profesores de la Facultad de Psicología de la UPV, publicaron un informe en marzo de 2014 en el que indicaban que “los artículos aplicados a padres y madres presas les impiden satisfacer la seguridad emocional de las y los niños y adolescentes, y eso es una necesidad de primer orden. A causa de estos obstáculos, se acrecienta el peligro de tener problemas de desarrollo. Además, a partir de los 10 años (en el Estado español), se prohíben a estas niñas y niños las comunicaciones de convivencia. Ese corte de edad es totalmente arbitrario, no tiene ninguna base psicológica, no al menos en un proceso de desarrollo psicológico científicamente verificado dentro del ciclo vital completo. El ciclo vital empieza en el primer instante de la vida, y no se acaba al final de la adolescencia”.

Las comunicaciones siempre están controladas y los espacios para las visitas no son en la mayoría de los casos adecuados para jugar a pesar de que en las leyes se anuncia que se procurará mantener las relaciones familiares de las personas menores de edad. “A pesar de estar así dispuesto, hoy en día no se posibilita el derecho de las niñas, niños y adolescentes que tienen progenitores encarcelados a desarrollar esas relaciones”, dicen desde Sare.

El alejamiento, un castigo añadido

Sobre el alejamiento, desde Sare indican que semanalmente estos jóvenes tienen que realizar miles de km para visitar a sus padres y madres, y que incluso algunos tienen a sus dos progenitores encarcelados en prisiones diferentes. “Mientras para la mayoría de la gente el fin de semana es para desconectar, para el ocio, para ratos tranquilos, para estas niñas y niños son en general días de kilómetros, de comer a deshora…” lamentan desde Sare.

Los niños y niñas de la mochila, cuando son muy pequeños no entienden por qué en las fiestas de la ikastola, o en el parque, o en el partido de pelota, están los demás padres y madres y no los suyos. No comprenden por qué el resto de la clase tiene un montón de fotos para elaborar los trabajos sobre la familia, y ellas y ellos unas pocas, cuando las tienen. Si bien cada niña o niño va desarrollando sus propias vivencias, en general, cuando tienen entre dos y tres años empiezan las preguntas sobre su entorno: ¿Por qué está Aita o Ama en la cárcel? ¿Cuándo saldrá? ¿Cuándo vendrá a casa? Con la aplicación de la actual legislación excepcional, muchos de estos padres y madres saldrán dentro de 20, 30 o 40 años. “¿Pueden tener tal futuro estas niñas y niños en una sociedad que se quiere construir basada en la paz y la convivencia?”, se preguntan desde Sare.
Gran parte de estas personas han nacido después del cese de la actividad de ETA. Concretamente el 41% no ha conocido actividades de ETA, y pese a ello su día a día continúa plagada de sufrimiento.

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