Burlada pierde otro espacio verde

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Burlada arrastra desde la época franquista un déficit de espacios verdes. La voracidad de aquellos constructores en connivencia con los ayuntamientos de la época, hicieron que Burlada no sea precisamente una localidad habitable. Gracias al trabajo de la AAVV local, en los años ochenta se consiguió que el Sector E fuera urbanizado con un diseño racional al servicio del vecindario y ahora la diferencia con el resto del pueblo es evidente.

Junto a la primera rotonda de Burlada está instalada la empresa de jardinería Arvena. El anterior Gobierno de UPN en su despedida, nos dejó al vecindario el regalo de la venta del espacio verde comprendido entre el río Arga y la variante, donde proyecta construir la empresa un aparcamiento para 64 vehículos.

Ley de Aguas dice que están sujetas en toda su extensión longitudinal del río, a una zona de servidumbre de 5 m. de anchura, para uso público y a una zona de policía del río de 100 m. de ancho. La regulación de dichas zonas tiene como finalidad la consecución de los objetivos de preservar el estado del dominio público hidráulico, prevenir el deterioro de los ecosistemas acuáticos, contribuyendo a su mejora, y proteger el régimen de las corrientes en avenidas, favoreciendo la función de los terrenos colindantes con los cauces en la laminación de las crecidas.

En este caso tanto el espacio que ocupa Arvena, como otras fincas cerradas junto al parque fluvial del Arga no lo respetan. Para burlar la ley de crecidas y retornos históricos levantaron en su tiempo motas y alturas, lo mismo que hizo el Hotel Muga de Beloso junto a la C.D. Amaya, con el consentimiento de Barcina y la CHE.

La Confederación Hidrográfica del Ebro, institución que debería velar por que se cumpla la Ley de Aguas, generalmente mira para otro lado y siempre en beneficio de particulares. En este caso concedió en “precario” permiso a Arvena para que construyera la jardinería existente y ahora para completar su ampliación con nuevas naves y el aparcamiento. En “precario” significa que en cualquier momento puede exigirles desmantelar todo lo construido, porque saben que esa zona pertenece al río.

En ese espacio vendido recientemente por el Gobierno, yo personalmente planté y cuidé catorce árboles desde hace cuatro años, que ahora han desaparecido. Algún vecino desconocido venía a regarlos también en verano y ya habían alcanzado cierta altura. Una pena… Como de costumbre, el coche le gana la partida al arbolado y a la ciudadanía.

Aunque de poco sirve, quiero protestar por este nuevo atropello en beneficio de los de siempre.

Gehiago