Comicios municipales: Tanto tienes, ¿tanto vales?
Aunque muchas de las célebres frases atribuidas a Rajoy (“Un vaso es un vaso y un plato es un plato”, “Después del año 14 viene el año 15, “Por las carreteras tienen que ir coches y de los aeropuertos tienen que salir aviones”…) están, en realidad, extraídas de la primera temporada de Barrio Sésamo, existe, empero, una de ellas que sí que es autoría propia de don Mariano y que adquiere una especial trascendencia tras la constitución el pasado sábado de las nuevas Corporaciones:
Fran Espinosa, politólogo y activista
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“Es el vecino el que elige al alcalde y es el alcalde el que
quiere que los vecinos sean el alcalde”.
Repetida y parodiada hasta la saciedad, esta máxima mariana fue pronunciada
originalmente, al más puro estilo 15M, por el propio expresidente encaramado a
un banco en una plaza en Benavente (provincia de Zamora), el 2 de diciembre de
2.015.
La radicalidad democrática de “es el alcalde el que quiere que los vecinos sean el
alcalde” sugiere todo un universo de presupuestos participativos, cogestión de
los bienes públicos, consultas vinculantes sobre los asuntos municipales de
enjundia…
Sin embargo, tal cual el burro de la fábula, semejante oda a la emancipación le
salió a Rajoy por casualidad, sin haberla pensado (como a mí este pareado),
pues lo que pretendía decirnos el insigne gallego era, simplemente, que, a
juicio de los Populares, debía ser designado alcalde el cabeza de la lista más
votada. De hecho, la frase en cuestión iba precedida de: “La alcaldía no es
producto de compadreos ni de pactos ni de acuerdos ni de historias entre fuerzas
políticas diferentes”.
En cualquier caso, aunque no hay que ser muy espabilado para saber que, según las
reglas del juego, ganar unas elecciones no implica obtener la alcaldía, el
planteamiento del PP supone toda una declaración de intenciones con respecto a
cómo gestionar los resultados de unos comicios municipales.
Por desgracia, en política no se estila en absoluto predicar con el ejemplo
(piensen en quienes defienden a la clase trabajadora desde un chalet de lujo en
Galapagar) y “donde dije digo, ahora digo Diego” es moneda de cambio habitual
(recuerden a quien acusaba a otra formación de tener manchadas las manos de cal
viva para luego arrojarse a sus brazos mendigando un ministerio), por lo tanto,
al partido de la gaviota (al igual que al de la rosa y el puño o al anaranjado
o al de Santiago y cierra España o a los abertzales en sus distintas
modalidades) no le genera ningún conflicto prometer una cosa y practicar lo contario.
Y no ya sólo lo contrario (como se ha podido comprobar en Orkoien o Sartaguda), sino,
en ocasiones, incluso, todo lo contrario, tal cual ha sucedido en Uharte. En
este municipio EH BILDU había conseguido 5 ediles, 4 GIH, 2 Navarra suma, Geroa
Bai 1 y una concejala también PSN, concejala que, aun viniendo de la candidatura
menos votada en las últimas elecciones, al fin y a la postre, ha sido quien se
ha hecho con la vara de mando de la villa.
Sin entrar por el momento en la parte revolucionaria del enunciado de Rajoy “es el
alcalde el que quiere que los vecinos sean el alcalde” y ciñéndonos a lo de
“son los vecinos los que eligen al alcalde”, ¿alguien en su sano juicio puede
suponer realmente que, visto lo visto, son los vecinos los que terminan
eligiendo a su alcalde? ¡Vamos anda, Mariano!
De la anterior premisa se desprenden varias hipótesis: O Rajoy no estaba en su sano
juicio el 2 de diciembre de 2.015 (atendiendo al vídeo de aquel día dicha
conclusión no parece nada descabellada) o Rajoy mentía (conociendo al personaje
tampoco sería una sorpresa) o los votantes de BILDU no son vecinos para él (muy
patriarcal, nunca habla de vecinas) o por qué no, las 3 cosas a la vez.
Por consiguiente, y aunque sólo sea a nivel local (el nivel político básico por
antonomasia) ¿a quién representa la democracia representativa? ¿Cuál es la
naturaleza de la relación de representación? ¿En qué medida nuestras
aspiraciones políticas se materializan cada 4 años? Y si me defrauda al que
voté antes, ¿a quién lo hago ahora? ¿Existe garantía de que los siguientes vayan
a cumplir con su palabra?
En definitiva, y constatando entonces que no son las y los vecinos quienes eligen
a su alcalde (otro ejemplo sangrante ha ocurrido en las antípodas del Estado,
allá por el continente africano, en la ciudad autónoma de melilla) la única
posibilidad que queda para no dejar a Rajoy por loco o por mentiroso (o por
ambos a la par) es redimirlo (y redimirnos nosotras y nosotros con él).
Y ello pasa de manera necesaria porque las vecinas y los vecinos seamos verdaderamente
las alcaldesas y los alcaldes de nuestras ciudades, de nuestros pueblos y de
nuestro futuro colectivo. Y si no lo hacemos por don Mariano hagámoslo por
nosotras y nosotros, pero, por favor, no nos pongamos más en manos de supuestos
líderes políticos, pactistas de salón, que lo único que piensan es en sus
escaños y en su propia supervivencia. Ensanchemos los márgenes de la democracia
o estaremos perdidos.