¿Qué es el bullying?
Esta palabra se utiliza para definir “acoso escolar” como: toda forma de maltrato físico, verbal o psicológico que se produce de manera reiterada y a lo largo del tiempo.
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Pero el bullying no es sólo eso. Hay mucho más detrás que apenas se
contempla.
Quién mejor para hablar del “bullying” que alguien capaz de decir: «Sufrí
acoso escolar. Viví el acoso escolar de alguien muy cercano. He visto cómo
acosaban…»
Hay muchos artículos que tratan y evidencian el tema de una forma muy
peculiar y concluyen que no se ha de permitir.
Explican características de las personas más proclives a sufrir el acoso
escolar, aunque, en ocasiones omiten que también influye el color de la
piel, el país en el que se ha nacido, la religión que sus familias profesan,
que puedan tener algún tipo de “disfunción” física o mental. Intentan
evidenciar las reacciones que van teniendo los maltratados y se podría
apuntar algunas más.
Describen maneras de ayudar al hostigado intentando hacerle entender que
esa no ha de ser una situación que ha de aceptar… Buscar que los padres,
profesores, incluso compañeros, o personas que se encuentran en el entorno
del agredido, estén alerta para detectar lo antes posible el problema. Se
recomiendan cursos, que no todos se pueden permitir, de autoestima y
defensa personal.
Conseguir que un compañero sea el que intervenga para evitar el
conflicto, o que acuda a un adulto para “denunciar” lo que ha podido
ver no es fácil. ¿Se tiene en cuenta el estrés que puede padecer el niño o
adolescente, testigo, por la enorme presión que perciba tanto por un lado
como por otro?
También se detallan factores que pueden convertir a alguien en un
posible maltratador, por ejemplo: Considerado como uno de los más
importantes es el factor familiar, falta de vínculo afectivo o abandono,
algún tipo de carencias, o un hogar pobre, la inestabilidad en la estructura
familiar, autoritarismos impositivos, violencia, permisividad o pasividad,
etcétera.
El perfil puede llegar a ser: «Suelen tener un temperamento agresivo y
alteraciones en la conducta» «No acostumbran a ser personas impulsivas,
sino personas que buscan sistemáticamente un tipo de satisfacción
destructiva»
Poco se habla de detectar a estos individuos antes de que empiecen un
acoso sin fin.
Al tener un perfil bastante claro ¿por qué no se anima a los padres,
profesores, compañeros o personas que se encuentran en el entorno de
los colegios, institutos, centros de estudios, a que estén alerta para poder
localizar si hay un posible maltratador?
Muchos psicólogos hablan de la importancia del ambiente que rodea a
los niños maltratados y a los mal tratadores.
Siendo el entorno determinante a la hora de concretar la actuación de unos
y otros ¿por qué no se buscan fórmulas para evitar, de alguna manera, la
influencia nociva del ámbito? ¿Por qué no preguntar qué lleva a un niño, o
a un adolescente a hacer ciertas cosas en lugar de etiquetarlo?
El sistema educativo no prevé este tipo de situaciones. Los profesores no
salen preparados para tratar los verdaderos problemas que marcan a
unos y a otros alumnos.
Se van creando protocolos e intervienen otros organismos; se instauran
leyes… se imponen castigos “ejemplares” o algún curso de reeducación que
ha de recibir el acosador.
Todo son “soluciones” que no evitan el problema.
Al ver cómo se tratar la situación me viene una frase a la mente que dijo
un político y periodista italiano ‘Giulio Andreotti’: “Gobernar no
consiste en solucionar problemas, sino en hacer callar a los que los
provocan”
Algo falla en todo esto.
¿Los planteamientos son los más adecuados cuando las situaciones se
repiten y siguen sin cambiar? ¿Por qué se pide que haga un esfuerzo, y
aprenda a defenderse de agresores, a una persona que es tímida, insegura,
bastante callada, que busca la aprobación otros, ser aceptada y se está
desarrollando?
Es importante trabajar la autodeterminación, la seguridad, la autoestima.
Pero, tener que trabajar todo eso en determinadas circunstancias y
conseguir que señalen al que increpa ¿es la solucione más adecuada?
Se ha de tener en cuenta tanto recorte en la enseñanza y que cada gobierno
va cambiando los programas educativos, leyes orgánicas, que no
contemplan asignaturas diseñadas de formas interactivas y más prácticas.
Asignaturas en las que se aprendan y enseñen valores de respeto, empatía,
cooperación, colaboración y a saber explicar cómo nos sentimos, qué pasa
en nuestras vidas.
La historia demuestra que la enseñanza, aunque se modifique, parece
diseñada para el fracaso escolar y para la competencia. Eso genera unas
inquietudes en los alumnos que no son las más adecuadas para evitar
el bullying.
¿Qué buscan los gobernantes para no contemplar alternativas que cambien
radicalmente esta situación?
¿Por qué se sigue navegando por lo caduco?
¿Qué pasa con el trabajo de los protocolos que no parecen buscar erradicar
el problema en su origen?
¿No es factible el planteamiento de salidas que ayude a cambiar la
situación?
La reeducación social a través de ayuntamientos con asistentes sociales,
pedagogos, psicólogos, personas que han vivido situaciones de acoso, o
acosador, juntos diseñar charlas, cursos para ayudar a familias
desestructuradas o con problemas de inseguridades, impulsivas, agresivas…
Y organizar actividades para lograr que los niños se sientan arropados,
protegidos… ¿es algo descabellado?
Proponer programas, incluso concursos, en la TV pública que conciencien
a la sociedad… ¿son ideas tan complicadas de plantear?
El bullying es un problema que se agranda y complica cada vez más por la
insistencia de no tratarlo como se merece.
Parece más sencillo crear perfiles, colocar etiquetas para poder “detectar”
un conflicto, en lugar de acotar yendo a la raíz del dilema y así conseguir
que no se repitan situaciones de acoso y agresiones.
¿Vivimos en una sociedad enferma, o es el sistema el que está enfermo y
la sociedad sufre la pandemia destructiva?