Xenofobia, mentiras y electoralismo. Maya como Maroto

Es habitual que, cuando se siente acorralada, la derecha agite el miedo y dibuje el panorama del caos para tensar la convivencia y vender seguridad. Pero no por viejo deja de ser deleznable y peligroso. El alcalde de Pamplona, Enrique Maya, ha tomado la senda del ex alcalde de Gasteiz, Javier Maroto, en su día, y ha señalado al colectivo de menores extranjeros sin referencias familiares como causante de un supuesto alarmante aumento de robos con violencia en la ciudad.

Eva Aranguren Arsuaga, concejala de EH Bildu en el Ayuntamiento de Iruñea

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Y lo ha hecho sin un dato fehaciente y significativo en la mano. Es más, se le han pedido reiteradamente a Seguridad Ciudadana por parte de nuestro grupo y se nos han denegado tercamente. Y lo que es más grave, señala sin entrar a analizar qué causas pueden llevar a algunos adolescentes, menores o mayores de edad, de aquí o de fuera, a cometer esas acciones que se les achacan. Y tras haber desatendido sistemáticamente las informaciones y peticiones de las entidades que trabajan con la pobreza, entre ellas Red contra la pobreza, SOS Racismo o Cruz Roja, sobre la situación de desamparo de estos chavales al cumplir los 18, dejando a los pies de los caballos a las y los profesionales de los Servicios Sociales municipales que atienden a los colectivos más vulnerables, ha salido a la palestra a encender el debate público con un discurso radicalmente xenófobo y racista.

Que el alcalde de Pamplona muestre tal falta de empatía y responsabilidad es muy grave, pero que lo haga por cálculo electoralista es sencillamente impresentable. Porque Maya tiene un objetivo con este discurso: atraer el voto de Vox y tratar de alcanzar así la mayoría absoluta que no logró en 2019 en las urnas. Y no le importa si para ello tiene que criminalizar menores (especialmente protegidos por la ley, por cierto), un colectivo muy vulnerable; saltarse la presunción de inocencia y dinamitar consensos básicos a la hora de abordar la diversidad social y cultural de Iruñea.

    Con su discurso hostil, Maya se ha convertido en ariete contra la convivencia, la cohesión y la integración. La pregunta es: ¿Dónde quedan los compromisos troncales asumidos por unanimidad por la ciudad en el mandato anterior, al nombrar Pamplona “Ciudad de Acogida” y “Ciudad Amiga de la Infancia” este último revalidado hace solo dos meses con UNICEF?

Que un alcalde que hinca rodilla en misa cada vez que puede acuse de los males en la ciudad a niños sin familia, que vienen solos de países en guerra o lastrados por la pobreza, es mezquino incluso para la doble moral de la derecha. “La mayoría de los delitos los cometen personas que no han nacido aquí”, dijo. ¿Por qué este interés en subrayar el origen de las personas que supuestamente delinquen? ¿Sabe alguien si las y los presuntos autores/as miden más de 1,70 o tienen los ojos marrones? El discurso es xenófobo y pretende desviar la atención sobre su propia responsabilidad.

Maya obvia intencionadamente que es competencia del Ayuntamiento de Pamplona, y suya propia, la seguridad pero también los Servicios Sociales, la prevención del delito en la ciudad, la intervención social sobre los factores que lo propician, y la construcción de un modelo de convivencia para todas y todos los que vivimos aquí, con independencia de nuestro origen.

 Porque las instituciones están para ofrecer alternativas. En lugar de eso, Navarra Suma, partido en el gobierno, se dedica a inflamar el racismo. ¿Cómo es posible que durante la pandemia decenas de jóvenes de 18 años sin familia, sin vivienda, sin trabajo, sin opciones, durmieran en pleno invierno en la calle? ¿Qué han hecho para resolver estas situaciones en el último año? Enrique Maya y María Caballero deberían responder públicamente a estas preguntas.
Y es que son precisamente esas situaciones las que siembran la desesperación e incitan a derroteros conflictivos. Si hay casos, en todo caso son síntoma, no causa, como pretende Maya. Porque estos jóvenes, como el resto, lo que quieren es vivir y trabajar, ayudar a sus familias de origen, y desenvolverse dignamente. Y lo último que necesitan es un alcalde espoleando el repudio, la desconfianza y el miedo.

    Es un problema muy serio para la convivencia en la ciudad que un cargo público con la responsabilidad de Maya encabece y visibilice un discurso abiertamente xenófobo. Que, además, lo haga manipulando datos de agresiones, inventándose porcentajes y tergiversando informaciones para alimentar ese discurso es vergonzoso. La propia Fiscalía de Menores ha desmentido a Enrique Maya sobre el protagonismo de menores extranjeros en la criminalidad. Los datos de Seguridad Ciudadana de que disponemos hasta el mes de octubre también lo desmienten. Es obvio, las afirmaciones de Maya responden a un interés netamente partidista, y le trae al pairo los derechos de las personas, de Pamplona y de fuera.

Ya sabemos que a la derecha conservadora le gusta crear dicotomías maniqueas (buenos/malas, decentes/indecentes, de aquí/ de fuera, familia natural/contra natura). Es el mismo afán inquisitorial que arrastra desde antes del 36 y que tanto dolor ha acarreado a la sociedad navarra. Es la misma que subyace en aquella frase de Maya al principio del mandato: “vuelven las personas normales al gobierno”, como si las demás, las que no compartimos la ideología y la visión de Navarra Suma –que además en nuestra diversidad política y social somos mayoría- no fuéramos normales.

Queda año y medio de gobierno de Navarra Suma. Si Enrique Maya sigue girando hacia la extrema derecha, mirando de reojo a Vox y gobernando a golpe de tuit de incendiarios como Javier Negre, tirará por la borda los consensos más elementales, incluidos los recogidos en la Convención de los Derechos del Niño que Vox ha planteado al estado abandonar ¿Es esto lo que pretende, señor Maya? Dígalo claro.

Gehiago