Una reforma laboral al servicio de la clase trabajadora

Por primera vez en décadas, la clase trabajadora española ha logrado que una reforma laboral no profundice en la pérdida de sus derechos, si no, al contrario, consiga poner freno a algunos de los atropellos que fueron bendecidos por anteriores gobiernos.

Eduardo Mayordomo y Fernando Irisarri, Responsables de Comunicación y Movimiento Obrero del PCE-EPK Navarra

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Más allá de las lecturas partidistas, lo que ha quedado claro en este proceso es que es posible un cambio en las normas que dirigen el mercado económico y laboral, y que, cuando organizaciones sociales, sindicatos de clase y partidos políticos de izquierda se organizan, son capaces de derrumbar muros antaño infranqueables como el de la reforma laboral del PP de 2012.

La propuesta impulsada por el Ministerio de Trabajo supone un punto de inflexión, un cambio de tendencia histórica, que sirve para reducir la enorme precariedad que sacude a la clase trabajadora, apostando por un modelo laboral basado en la contratación estable e indefinida, con sueldos y condiciones de trabajo dignas y que refuerza el poder de los sindicatos frente a la patronal.

A grandes rasgos, el acuerdo refuerza los convenios de sector como referencia y recupera la ultraactividad de los convenios. Eso se traducirá en que el convenio colectivo permanecerá vigente aun cuando no se llegue a un acuerdo para su renovación, recuperándose la imposibilidad de que un convenio de empresa pueda reducir los salarios de los convenios sectoriales. Y todo esto, en un país donde el 95% de las empresas tiene menos de 25 trabajadores, significa una mayor protección de derechos para los grupos más vulnerables.

Pero la pieza clave de este texto es la temporalidad, una de las mayores lacras que sufrimos los y las trabajadoras. Esta nueva reforma propone limitar los contratos temporales, que representan un alto porcentaje en España y en especial entre la población juvenil, donde siete de cada diez jóvenes cuentan con un contrato temporal. Por contra, potencia y generaliza la contratación indefinida como norma general, limitando, causalizando y acotando la temporalidad, así como el uso de la subcontratación.

En ese sentido, y centrándonos en el concepto de ‘causalidad’, se rompe con una dinámica iniciada hace casi cuatro décadas con los Felipe González, José Luis Corcuera o Miguel Boyer. Ahora vuelve a ser la ‘causa’ la que defina la creación del empleo; si la causa es indefinida, el contrato también lo será y si es claramente temporal, no habrá rotación para la misma causa.

Además, y para que todos estos avances y otros como el de los ERTE no queden en papel mojado, también se propone mejorar la normativa legal, a través de una ampliación de los medios, la actuación y la capacidad sancionadora de la Inspección de Trabajo.

A pesar de las contradicciones que se han tenido que superar, a nadie se le escapa que este acuerdo es un logro que ha sido posible gracias al empeño de Yolanda Díaz Pérez al frente del Ministerio de Trabajo, la firmeza de Unidas Podemos y la tenacidad y responsabilidad de los sindicatos CCOO y UGT. Para escarnio de la derecha, este acuerdo emanado del diálogo social incluye, además, a la patronal -o por lo menos parte de ella- consciente del importante retroceso de sus posiciones.

Ahora toca avanzar en el redactado del acuerdo y en el trámite parlamentario hasta aprobar la Ley definitiva. Mientras la derecha y la ultraderecha ladran con impotencia por el fracaso de su estrategia de confrontación desestabilizadora, falta por saber la respuesta de grupos políticos como PNV, ERC o EH-Bildu. En sus manos también está posibilitar este necesario giro de 180 grados y acabar de una vez con las políticas laborales del PP.
En los últimos días, algunas formaciones que apoyaron al Gobierno en la moción de censura han lanzado críticas a esta reforma pidiendo mayores avances. Críticas legítimas, pero que no tienen o no quieren tener en cuenta el actual contexto político. No cabe duda de que quedan todavía muchos aspectos por abordar y por mejorar, como el de las indemnizaciones por despido improcedente. Pero de la misma manera que se ha conseguido dar este paso de gigante para mejorar las condiciones de vida de la mayoría social española, se conseguirán otros en el futuro si los trabajadores y trabajadoras respaldan en la calle y en las urnas estas propuestas transformadoras.

Hoy, con la correlación de fuerzas existente, el votar ‘no’ a este acuerdo es volver a la reforma del PP, dando alas a la extrema derecha y dejando a la clase trabajadora con pocas armas para mejorar sus condiciones de vida.

Y que nadie se engañe, la lucha ni empezó ni acaba con esta reforma laboral. El movimiento obrero no renuncia ni a sus objetivos de emancipación de clase ni a la continua mejora de sus condiciones laborales y de vida, ya sea con la subida del Salario Mínimo Interprofesional o con la defensa de la Sanidad Pública. La movilización sigue viva en la calle, y también en el Parlamento.

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