Siquiera, una reflexión

Justo hace dos años que un sector del colectivo Gorripidea nos integramos en Alternatiba, y en consecuencia también en EH Bildu. Buena parte de mi militancia durante este tiempo ha sido similar a la de siempre, con una diferencia: la participación en cuatro campañas electorales, una detrás de otra, sin apenas respiro para poder reflexionar sobre los problemas de construcción de EH Bildu.

Joxe Iriarte 'Bikila'. Alternatiba.

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Soy de la opinión (y así lo he manifestado en otros artículos), que salvo en situaciones de

cataclismo social (definidas como situaciones revolucionarias, en cuya vorágine las viejas

instituciones se tambalean, a la vez que de las entrañas de la sociedad insurrecta surgen

organismos de contraponer con aspiraciones de sustituir al poder existente), el proyecto

contra-hegemónico (organizar, activar, movimientos sociales críticos con el sistema y plantear

en su seno la necesidad de un proyecto alternativo) necesita proyectarse, también, en el

terreno político institucional. Esta es una de las razones (aunque no la principal) por las cuales

me adherí al proyecto de EH Bildu. Y es que incluso con un nuevo (y deseable) repunte de las

luchas (que nos permita salir de la relativa atonía en que nos encontramos) estas necesitarán

contar con un fuerte apoyo de la izquierda trasformadora ubicada en el terreno institucional. 

La acumulación de fuerzas institucionales lograda por EH Bildu y Podemos no da, de momento,

para ser decisivos en ese terreno puramente institucional (salvo en Nafarroa) pero sí para

desarrollar una estrategia de engarce con la lucha contestataria. Si bien, paradojas de la

desincronización de los tiempos políticos, no siempre coincidan lo uno con lo otro, como sería

necesario. 

Para ello, además de hacer frente al problema de la desincronización de los tiempos políticos

se deberá lograr la de por sí difícil sincronización de esfuerzos y tareas. Lo que en teoría (a

diferencia de los libertarios y anti-institucionalistas) se nos antoja necesariamente compatible;

un buen engarce de lo electoral y la actividad extraparlamentaria, incluso con la afirmación de

priorizar lo segundo; en la práctica no lo es tanto si no se toman medidas correctoras. 

Me atengo a lo ocurrido estos dos años. Una presión desequilibradora, difícilmente soportable,

considerado algo excepcional y anómalo, pero que nadie nos asegura que no vuelva a

repetirse en medio del proceso de construcción-refundación de EH Bildu. 

No hace mucho leí un trabajo que decía: “es prácticamente imposible mantener una estrategia

que cubra todos los frentes, esto es, que ponga huevos de manera simétrica en todos los

cestos: luchar por la victoria electoral a corto plazo y a la vez por la hegemonía política en el

largo; primar la vía institucional y a la vez tener una presencia firme en la calle; disputar y

aliarse con partidos políticos y a su vez mantener agenda común con los movimientos sociales;

plantear la lógica de poder a la vez que la de contrapoder”. Creo que lo ocurrido con Podemos

es del todo ilustrativo. Y creo que algo de eso, nos ocurre también en EH Bildu. 

Medidas correctoras: ¿Por qué no dedicar los ingentes recursos de la política institucional a

poner a funcionar centros sociales abiertos y construidos desde los barrios (no locales de

partido)? ¿Por qué no repartir las tareas de los “cargos públicos” para que pasen más tiempo

en estos espacios concretos; construyendo de forma directa, paciente, menos esclavos de los

ritmos de la política de la “cara pública” y más al servicio de establecer confianzas desde la

cercanía con las clases populares? 

Cierto es, no hay recetas mágicas, y el peligro de salirse por la tangente (situándose al margen

de los espacios institucionales) esta ahí. Ubicarse en la mera alteridad (y de esa experiencia

también hemos bebido), en posiciones puristas y esencialistas, que reniegan del desafío que

supone navegar en la complejidad política, y que por tanto pudieran perder toda su capacidad

de impacto, llegando incluso a apuntalar al propio sistema desde una lógica inmovilista y

sectaria. De hecho, una parte de nuestro espacio ideológico-sociológico da la impresión que va

por esta línea. 

La lucha social y política, es asunto de relaciones de fuerzas. Ante la ausencia de la fuerza

necesaria, una parte de la izquierda de la socialdemocracia (o en su caso del PNV) apostó en

épocas recientes por la estrategia de la participación-presión en el seno de gobiernos de

colaboración con papeles subalternos (Ezker Batua con Ibarretxe, el BNG con el PSG y ERC e

Iniciativa con el PSC) con desastrosas consecuencias. 

Pero cabe otra estrategia. Tras años de derrotas histórica de las esperanzas de emancipación,

estamos solamente al principio de una reconstrucción social y política, que trata de armarse de

(impaciente) paciencia y oponer a la izquierda renegada y el nacionalismo burgués una

alternativa verdadera.

Gehiago