¿Por qué Stalin mató a Trotsky?

Hace ochenta años, el 21 de agosto de 1940, León Trotsky, el revolucionario ruso cuyo nombre está asociado con el socialismo y la democracia obrera, fue asesinado en Coyoacán, México, donde residía exiliado. Trotsky, junto con Lenin, habían encabezado la revolución rusa de octubre de 1917.

Gabriel Schwerdt

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El crimen, después de varios intentos, pudo ser consumado por Ramón
Mercader* (alias Jacson o Mornard), un agente de la GPU, policía secreta
soviética. El hecho fue la culminación de una persecución implacable. En
1927 Trotsky, junto a su compañera, Natalia, fue deportado a Alma Ata, en
la república de Kirguistán, para luego ser privado de su ciudadanía y
expulsado de la URSS. La GPU lo trasladó a Turquía, donde el líder
nacionalista Kemal Atatürk le dio asilo y lo autorizó a instalarse en la isla
de Prinkipo. Gracias a sus insistentes pedidos y las tratativas de sus
seguidores para que le permitan exiliarse en alguno de los países centrales
de Europa, logró tener una breve estadía en Francia, pero fue nuevamente
extraditado, esta vez a Noruega. Entonces, el estalinismo comenzó a
presionar constantemente al gobierno socialdemócrata noruego para que lo
echara. Finalmente, en 1937. se instaló en la ciudad de México, gracias al
permiso que consiguieron del presidente Lázaro Cárdenas miembros del
SWP norteamericano y el pintor Diego Rivera. 

¡Persigan a los trotskistas! 

La persecución del estalinismo a Trotsky y sus seguidores fue implacable.
Gran parte de la actividad de la GPU en Europa se dedicó al espionaje, la
persecución y el asesinato de dirigentes trotskistas. Tenía una sección solo
para estos servicios. Los principales secretarios de Trotsky fueron
asesinados, Irwin Wolf fue capturado en España (donde asesinaron también
a Andrés Nin, entre otros), León Sedov, el hijo mayor de Trotsky y su más
estrecho colaborador, fue asesinado en París, a Rudolf Klement lo mataron
poco antes de la fundación de la Cuarta, en 1938. En Suiza fue asesinado
Ignace Reis, funcionario de la GPU que escapó de la URSS y se sumó a la
Cuarta Internacional. Otros dos hijos de Trotsky también fueron asesinados
y una hija se suicidó. 

Mientras tanto, en los campos de concentración de Siberia morían miles de
prisioneros de cansancio por los trabajos forzados, el frío o porque
directamente eran fusilados. Leopold Trepper**, en su emocionante libro
El gran juego, relata detalladamente el gran ensañamiento contra los
trotskistas, que fueron fusilados por miles: “Llevaban una T en sus espaldas
puesta por sus carceleros, y se negaban a toda confesión. Eran los únicos
que enfrentaban hasta sus últimas consecuencias al estalinismo”. 

Los procesos de Moscú 

La brutal represión desatada por Stalin para exterminar a la vieja guardia
bolchevique necesitaba de un proceso judicial. De lo contrario, ¿cómo
explicar que los grandes dirigentes de la revolución querían conspirar
contra el Estado soviético? Por eso Stalin montó cuatro juicios claves entre
1936 y 1938. El primero fue el “juicio de los dieciséis”, con Zinoviev,
Kamenev, Smirnov, Mrachkovsky y otros como acusados; el segundo, “el
juicio de los diecisiete”, que incluía a Pyatakov, Radek, Sokolnikov,
Muralov, Serebryakov y otros, tuvo lugar en enero de 1937. Luego siguió
el juicio secreto al mariscal Tujachevsky y un grupo de generales de alto
rango del Ejército Rojo en junio de 1937. Y, finalmente, “el juicio de los
veintiuno” contra Rikov, Bujarin, Krestinky, Rakovsky, Yagoda y otros en
marzo de 1938. Los hombres en el banquillo eran todos los miembros del
politburó de Lenin, excepto el mismo Stalin. Trotsky, en el destierro, fue el
principal inculpado en estos juicios. Él y la vieja guardia bolchevique
estaban acusados de complotar para asesinar a Stalin y otros dirigentes
soviéticos, de conspirar para desbaratar el poder económico y militar del
país y de matar a masas de trabajadores rusos. Todos fueron encontrados
culpables con pruebas falsas o confesiones forzadas y fusilados o enviados
a los campos de concentración de Siberia, donde murieron rápidamente.
Trotsky fue el único de los dirigentes bolcheviques acusados que estaba
fuera del país, más allá del puño de Stalin. Cuando Zinoviev y Kamenev
fueron procesados, Trotsky desafió a Moscú a que pidiera su extradición de
Noruega, donde vivía en aquel entonces. Stalin no aceptó y presionó al
gobierno noruego para que lo mantuviera aislado. Durante seis meses fue
silenciado y se le negó la posibilidad de responder las acusaciones
monstruosas que se le imputaban. 

¿Por qué Stalin mató a Trotsky? 

Stalin estaba cada vez más preocupado con la actividad de Trotsky en el
exilio, por eso su obsesión era matarlo. A principios de 1939 hizo una de
sus habituales purgas entre el personal de la GPU y puso como subdirector
del Departamento del Extranjero a Pavel Sudoplatov. En 1992, cuando

relató sus memorias en el libro Operaciones especiales, contó que su
misión, con todos los recursos disponibles, era matar a Trotsky. Según
detalla, Stalin le habría dicho cuando lo convocó en marzo de 1939: “En el
movimiento trotskista no hay figuras políticas importantes aparte del propio
Trotsky. Eliminando a Trotsky, la amenaza desaparece (…) Trotsky debe
ser eliminado irremediablemente”. Según Sudoplatov, “el núcleo de la
lucha ideológica entre los líderes” era la idea de Stalin de “la revolución en
un solo país, en contra del internacionalismo de Trotsky”, cuyos esfuerzos
en el exilio “para escindir y luego controlar el movimiento comunista
mundial estaban perjudicando a Stalin y a la Unión Soviética”. Los
recuerdos de Sudoplatov son fieles a aquel enfrentamiento desigual entre
Trotsky, exiliado con algunos millares de seguidores, y Stalin, al frente de
un superpoderoso aparato burocrático contrarrevolucionario que dominaba
a la poderosa Unión Soviética. 

En lo que sí tuvieron razón los agentes estalinistas fue que la tarea de
Trotsky en el exilio fue titánica. Ganándose la vida como escritor,
trasladándose de país en país sin más que un puñado de colaboradores,
denunciando paso a paso la política contrarrevolucionaria del dictador, del
PCUS, la Tercera Internacional y sus partidos satélites, la política suicida
de dividir a los trabajadores alemanes frente al ascenso de Hitler, la
capitulación a la burguesía en España y Francia con el Frente Popular, el
fenómeno de la degeneración burocrática y la represión en la URSS y
llamando a una nueva revolución política porque el “viejo partido ha
muerto”. Junto con estas denuncias comenzó a formar una alternativa,
impulsando desde 1933 la formación de una cuarta internacional, que se
concretó en 1938, aunque mantuvo la defensa incondicional de la URSS
ante cualquier ataque militar imperialista. 

En 1939 el mundo se sorprendió ante la firma del tratado de “no agresión”
entre Stalin y Hitler. Esto dio la confianza que los nazis necesitaban para
invadir Polonia, que significó el comienzo de la Segunda Guerra Mundial.
Trotsky denunció en solitario este pacto como un crimen político y reiteró
que la verdadera intención de Hitler era invadir la URSS, que solo buscaba
tiempo para prepararla. Solo Trotsky denunciaba que, siendo sistemas
socialmente opuestos (Alemania potencia imperialista, la URSS un Estado
obrero degenerado) el estalinismo y el nazismo eran regímenes totalitarios
muy parecidos, que Stalin y Hitler eran “estrellas gemelas”. Después de
agosto de 1939, las campañas difamatorias contra Trotsky de un día para el
otro reemplazaron la esvástica y el mote de “agente nazi” por el de “agente
de EE.UU. y la bandera yanqui”. 

Con su actividad, Trotsky era una estaca clavada en el corazón de la
burocracia. Encarnaba la continuidad de lo que Stalin y su aparato habían
destruido, el programa revolucionario, la democracia obrera, el
internacionalismo, es decir, el auténtico leninismo. 

Su legado sigue vigente 

La corriente que impulsamos desde la UIT-CI reivindica la trayectoria de
Trotsky con su decisión más importante, la fundación de la Cuarta
Internacional y la absoluta necesidad de construir partidos revolucionarios.
El Programa de Transición de 1938 sigue siendo una orientación clave para
responder con una política revolucionaria a las nuevas direcciones
reformistas. La lucha contra el capitalismo imperialista mundial, los
gobiernos burgueses en cada país en defensa de los derechos de los
trabajadores, los campesinos, la juventud y demás sectores populares para
desarrollar la movilización y conquistar con las revoluciones triunfantes lo
más importante, los gobiernos obreros y populares que construyan un
verdadero socialismo en todo el mundo. 


*Ramón Mercader (1913-1978). Militante del estalinista PC español. Nunca reconoció
que fue enviado por Stalin. Fue condenado a veinte años de prisión. En mayo de 1960
acabó su condena y pudo viajar a Moscú con un pasaporte checoslovaco. Fue
condecorado en secreto como héroe de la Unión Soviética con la Orden de Lenin y la
Medalla de Oro. Luego se radicó en La Habana, Cuba, donde falleció. Fue protegido por
el régimen de Fidel y Raúl Castro. Está enterrado en el cementerio moscovita de
Kuntsevo, reservado a héroes de la Unión Soviética, con un nombre falso, Ramón
Ivánovich López. 

**Leopold Trepper (1904-1982). Militante comunista polaco de origen judío. Era el jefe
de la “Orquesta Roja”, una red de espionaje prosoviética que actuaba en Berlín bajo el
nazismo. Sus “pianistas” o radiotransmisores enviaban a Moscú despachos de gran
importancia. Trepper y su “orquesta” anticiparon la invasión alemana a la Unión
Soviética en 1941. Pero Stalin no lo tomó en cuenta. Después de la guerra, Trepper
estuvo preso en la ex URSS.

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