Poner el carro delante de los bueyes
El Gobierno de Navarra ha abierto un "proceso de diálogo y discusión productiva" sobre el modelo de desarrollo de las energías renovables en la Comunidad Foral.
Ramón Contreras, Haize Berriak (plataforma de Valles afectados por los proyectos de Sacyr)
2021-ko ekainak 23
En el próximo mes de septiembre se establecerán unas mesas sobre el cambio climático y la transición energética con participación de diferentes agentes que van desde la Federación Navarra de Municipios y Concejos hasta el Clúster Eólico de Navarra, empresas promotoras, pasando por colectivos ecologistas y plataformas vecinales, además de la propia Administración foral.
Como el Gobierno de Navarra no debe tener mucha experiencia en procesos de dialogo y participativos, o considera que su posición responde a una parte interesada, para dinamizar el proceso se ha contratado los servicios de la empresa Mediación Navarra, experta en resolución de conflictos, mediaciones familiares, empresariales…
Por otra parte, próximamente se abrirá el trámite parlamentario para la aprobación de la Ley Foral de Cambio Climático. Que, por cierto, en su proceso participativo no pasó de una paupérrima exposición pública de 15 días en junio de 2020. Ya se podrían haber puesto en pie mesas como las que se plantean para septiembre con el objeto de que sus conclusiones pudieran reflejarse en el articulado de la Ley. ¿Qué repercusiones normativas van a tener los resultados, si los hay, de las mesas de diálogo planteadas, si se han desligado de todo proceso de discusión legislativa?
Pero la sombra de la ineficacia de estas mesas no es el mayor contrasentido existente. Lo que no resulta razonable es que, mientras tanto, prosiga el aluvión de presentaciones a trámite de proyectos de renovables, lo que constituye ya una autentica burbuja que sobrepasa la capacidad de la propia red eléctrica para transportar por la alta tensión la generación solar y eólica proyectada desde las zonas de generación hacia las zonas de consumo.
La consecuencia lógica que debería desprenderse de todo esto es la siguiente: Si se quiere abrir un proceso de diálogo y debate sobre los distintos modelos de afrontar la necesaria transición energética, y si está pendiente de aprobación una Ley Foral de Cambio Climático, en donde se deberían establecer criterios de planificación de las instalaciones renovables ¿por qué no se establece en estos momentos y mientras tanto una moratoria para los proyectos presentados?
Eso sería lo lógico y, sin embargo, todas las propuestas que en este sentido se han presentado en el Parlamento de Navarra han sido rechazadas por el voto en contra del Partido Socialista, Navarra Suma y Geroa Bai. ¿No es eso hacer las cosas en el orden contrario al lógico? En lenguaje popular: poner el carro delante de los bueyes.
Dice el Gobierno de Navarra que estará en las mesas de diálogo para acompañar. ¿Acompañar a quién? ¿No es consciente de que las empresas van para un lado y las iniciativas ciudadanas y ecologistas por otro muy distinto?
Todas las voces expertas que se han dejado oír sobre el tema nos dicen que, el desarrollo de las renovables basada en grandes polígonos que necesitan la red de alta tensión, resulta inviable e inasumible y que pueden convertirse en un freno para la transición energética. Y que lo que hay que fomentar son las pequeñas instalaciones descentralizadas y la producción comunitaria que permita aprovechar mejor la red de baja y media tensión.
La Administración debería ser consciente de que las cuatro multinacionales del sector energético (aunque disfrazadas de múltiples siglas, en realidad son cuatro) están presentando proyectos inflados en su número. Que nunca pasarán del papel, con el único objeto de colocarlos a fondos de capital-riesgo y así aumentar sus beneficios desde ya. Sin que eso tenga nada que ver con las medidas reales contra el cambio climático, ni con la reducción de combustibles fósiles, ni con nada de la publicidad engañosa de energía verde…que todo es una operación especulativa financiera.
Hay que poner en primer lugar a la gente, al medio ambiente, al modelo descentralizado, a la participación democrática de los pueblos en las decisiones sobre su capacidad de producir y consumir energía renovable, cercana y comunitaria. Ese camino está por desbrozarse y no parece que vaya en el mismo sentido que el de las multinacionales del sector.
Participaremos en las mesas. Pondremos todo nuestro esfuerzo para que se nos oiga. Tenemos mucho que decir, lo que hace falta es que se nos haga caso.