Plantas biometanizadoras en Navarra: no es energía limpia todo lo que reluce

En los últimos tiempos estamos asistiendo a la proliferación de plantas de biometanización en Navarra. Así, a las ya existentes de Biomendi en Mendigorria, HTN en Caparroso, E-cogeneración en Cabanillas, se anuncian nuevas instalaciones en Imotz, Lerín, Valtierra y la ampliación de la existente en Cabanillas.

Mikel Saralegi y Jesus Arbizu (Txurio) Sustrai Erakuntza

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La mayoría de estas plantas están asociadas a grandes explotaciones ganaderas. Teóricamente, con ellas se pretende descomponer materia orgánica generada por el ganado y producir biogás, que se utiliza principalmente para producir electricidad y verterla a la red eléctrica. El proceso genera también calor, que generalmente se reaprovecha en las propias instalaciones. Mientras, el residuo final resultante de este proceso, el digestato, puede incorporarse a los suelos como enmienda agrícola. La tarjeta de presentación no puede ser más atractiva: un ejemplo impecable de economía circular y alternativa verde, producción de energía renovable, se evitan problemas en la gestión de residuos…

Sin embargo, resulta difícil valorar objetivamente la pertinencia de estas plantas sin tener en cuenta el contexto en el que se desarrollan y las implicaciones que conllevan. No es energía limpia todo lo que reluce. Es imposible hablar de biometanización en Navarra sin considerar la constelación de dinámicas y conflictos en las que éstas se inscriben: el despliegue de las macrogranjas y la extensión de un modelo hiperintensivo de ganadería, la generación de una cantidad ingente de residuos orgánicos, el impacto negativo sobre el suelo fértil… En este escenario, la instalación de plantas de biometanización, asociada a la ganadería industrial, encajaría en lo que se conoce como capitalismo del desastre: quienes las promueven buscan un beneficio añadido gracias a los problemas y desastres que provocan.

Para dar cuenta del avance de la ganadería industrial en Navarra, un dato: las cabezas de ganado bovino desde el año 1988 hasta el 2022 ha crecido un 41,91%, y un 271,21% en el porcino. En el mismo período de tiempo, la población navarra ha aumentado un 29,46%. Ello nos muestra la imposición de un modelo ganadero dirigido a la exportación y no al consumo interno, y con él, una concatenación de efectos dañinos: desaparición de granjas familiares, gran concentración de animales, aumento desorbitado de los residuos orgánicos, necesidad imperiosa de desprenderse de ellos, uso intensivo de agua para limpieza,… Creando residuos difíciles de compostar, contaminación de recursos hídricos como estamos comprobando en la cuenca del río Ultzama, o en Villafranca y Marcilla…

El año 2007 es clave. El Gobierno de Rodriguez Zapatero aprobó el Real Decreto 661/2007, por el que estableció un marco retributivo para favorecer la rentabilidad de las renovables e impulsar su expansión. Al considerar que la producción de metano se consideraba energía renovable, las grandes empresas ganaderas vieron la oportunidad de montar plantas de biometanización para producir biogás con los purines y producir energía altamente bonificada. Una buena forma de ampliar la actividad y los beneficios. Este proceso no estuvo exento de crisis, ya que más tarde cambió la normativa que redujo las primas a la generación de energía. Tan solo recordar la quiebra de Bioenergia en Ultzama, plagada de irregularidades, y que tanto hizo sufrir al ayuntamiento de Ultzama.

En la actualidad nos encontramos en una situación similar a la que ocurrió en los primeros años 2000, en el inicio de una nueva burbuja de las renovables. Las empresas se han lanzado a construir nuevas infraestructuras de una manera descontrolada, al calor de las diferentes planificaciones energéticas y sus apoyos económicos. Y la biometanización no es ajena a ello, como vemos.

Las plantas de biometanización se presentan como la solución, aunque a su sombra tan solo se mueva la oportunidad de negocio, alargando el ciclo de vida de los productos. Como prueba de ello basta comprobar cómo hay quienes, aprovechando un vacío legal, están utilizando las biometanizadoras en Navarra para tratar, no sólo purines propios, sino también todo tipo de residuos industriales orgánicos no tóxicos. Un caso paradigmático lo tenemos en la planta de biometanización de Mendigorria: en 2020, último año con datos disponibles, además del tratamiento de purines de porcino propios, han sido tratados 31.319 Tn procedentes de residuos industriales externos de Navarra y otros 37.389 Tn procedentes de otras CCAA, principalmente de la CAV y Cantabria. Y Mendigorria no es la excepción.

La integración de las plantas de biometanización en las explotaciones ganaderas de Navarra se está realizando con un coste social y ambiental inaceptable. Responde a un círculo vicioso en el que la biometanización aparenta responder a los graves problemas de generación de residuos orgánicos originados por la ganadería industrial. Pero solo son rentables porque gestionan residuos de otras industrias y cobran por esa gestión. Ello produce un aumento en la cantidad ya de por sí grande de purines que tienen que echar en los campos de labor, aumentando también los contaminantes que vierten junto a ellos, y aumentando además el transporte de residuos desde cientos de kilómetros.

Por tanto, este modelo no responde a las necesidades del sector ganadero, ya que apuesta por las grandes instalaciones. Ni al desarrollo local sostenible, dado que contribuye a la desaparición de las explotaciones familiares. Ni a la seguridad hídrica, por contaminar suelos y acuíferos con nitratos. Ni tampoco a la necesidad de restituir los nutrientes del suelo de un modo saludable, al verter en ellos un digestato con mezcla de residuos industriales y metales pesados.

La expectativa no es nada halagüeña. Lo decíamos al principio. El anuncio de nuevas plantas de biometanización va de la mano de nuevas solicitudes de instalación de macrogranjas o ampliación de las existentes. Desde noviembre de 2021 hasta agosto de 2023, se han solicitado al menos 16 nuevas instalaciones o ampliaciones de ganadería intensiva con, entre otras, un número de cabezas de ganado porcino de 60.899 fundamentalmente de cebo, y 5.537 cabezas de vacuno fundamentalmente de leche.

Ante ello el nuevo Gobierno navarro tiene la oportunidad de rectificar las políticas llevadas hasta la fecha y que tan nefastos resultados han dado. Facilitar la instalación de plantas de biometanización o no controlarlas debidamente es alimentar la expansión de las macrogranjas. Por este camino, se hipoteca un sector estratégico como es el primario, se desequilibra el territorio y se alimentan nuevas burbujas especulativas. Al mismo tiempo, debería apoyar de manera decidida a la ganadería extensiva, la única alternativa realmente sostenible a la producción ganadera industrializada, capaz de contribuir a otros retos como la lucha contra el despoblamiento rural y la crisis climática. Pero para todo ello hace falta voluntad. Cosa que hasta ahora no lo ha demostrado.

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