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Continúan así los asesinatos de personas por la acción u omisión de las instituciones europeas, cuyas prácticas colonialistas y racistas se adecuan a la perfección a los intereses del capitalismo global. Porque la civilización hegemónica y el “progreso” europeos son en realidad un muro. Muro que domina, muro que frena, muro que mata. Paradojas de un sistema que margina en nombre del bien común; que paraliza en nombre del progreso; que asesina en nombre de la vida.

Estas muertes suceden en vísperas del aniversario de otras muertes igualmente ignominiosas: las de los quince jóvenes ahogados en aguas de El Tarajal (Ceuta) al ser obligados a huir hacia el mar por los disparos y pelotazos de la Guardia Civil. Muertes cuya causa judicial, hay que recordar, quedó archivada sin que ningún agente, ni mando, fuera condenado.

Por ello, el seis de febrero conmemoraremos todas estas muertes con tristeza e indignación. Pero también desde la rabia que construye, desde la esperanza en que el cambio es posible, desde la ilusión por un futuro en que nadie tenga que morir por culpa de las leyes de extranjería, por políticos que legislan en aras de sus propios intereses, por los muros reales y simbólicos que condenan a millones de personas a la muerte, a la exclusión, o a una vida sin condiciones dignas.

Conmemoraremos vuestras muertes desde el dolor, pero celebraremos también vuestras vidas para que no se olviden. Para no condenaros a la doble muerte de la desmemoria. Para que nunca un genocidio como éste vuelva a repetirse. Para que el Mediterráneo vuelva a ser un mar de vida y no una fosa común. No os olvidaremos.