Monumento de los caídos: más allá del tirar o no tirar

Después del traslado de los restos de los golpistas Mola y Sanjurjo de la cripta/mausoleo sita en el mal llamado “Monumento a los Caídos”, cobra actualidad el futuro de todo ese espacio y esa edificación.

Ramón Contreras y Carlos Otxoa

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Lo que nos ofrece una oportunidad histórica para debatir y participar en un

proceso cívico de construir nuevos contenidos para la memoria pública. O

dicho de otra forma, tenemos la ocasión de poner en pie un proceso social para

generar una simbología aceptada por la mayoría, en ningún caso impuesta,

que sirva al futuro de nuestra sociedad y que ayude a reparar el daño causado

por el golpe militar fascista y la dictadura franquista. Todo lo cual invita a

pensar y debatir de forma abierta y participada en torno a alternativas que

vayan más allá de un único posicionamiento ultimatista asentado en el tirar o

no tirar. 

El debate sobre qué hacer con ese espacio y ese edificio es preciso situarlo en

una discusión más general y amplia de cómo regenerar la memoria

democrática de nuestra ciudad, como parte de su patrimonio colectivo. Así

habría que levantar un proyecto que conectase el pasado con el presente y

mostrase los crímenes del golpe de 1936, y los de la dictadura franquista y los

de la Transición…, pero también reflejase la oposición de la ciudadanía y su

lucha por la recuperación de las libertades democráticas arrancadas y la

justicia social negada. Se trataría de convertir la memoria del antifranquismo, la

memoria democrática, en un recuerdo productivo, un instrumento de

socialización que contribuya a formar a la ciudadanía. 

Desde este punto de vista no debería existir un único lugar de memoria en la

ciudad, sino un Proyecto de Memoria de los Derechos Humanos de la Ciudad

de Pamplona, que abarcaría más cuestiones que el levantamiento del 36, la

guerra, y el franquismo, extendiéndose a todas las conculcaciones de los

derechos humanos, señalizando diversos lugares (Ezkaba, antigua cárcel,

muro de la Ciudadela….) todos ellos conectados, y en donde el conjunto del

espacio formado por la Plaza de la Libertad y el edificio actual podrían

resignificarse, proyectando otra visión muy distinta a la actual: el de un espacio

abierto a la ciudadanía, a su participación e iniciativas, encaminadas a ejercer

el derecho civil a la memoria democrática. 

Evidentemente, lo anterior exigiría en relación al edificio de “los Caídos” poner

fin a la utilización que el arzobispado y la Hermandad de los Caballeros de la

Cruz hacen del espacio sacralizado que aún permanece en la cripta. Que se

cumpla, de una vez por todas, la ley de Memoria Histórica que desde el año

2007 prohíbe los actos de exaltación de los golpistas y se ponga fin a todo tipo

de prácticas ilegales de apología del genocidio y de los crímenes de lesa

humanidad cometidos. 

Todo lo anterior debería hacerse necesariamente en el marco de un proceso

participativo, democrático, trasparente y ciudadano, en donde se garantice el

ejercicio del pensamiento crítico, con libertad y con más argumentos, que nos

posibilite aprovechar esta ocasión para conseguir que nuestra sociedad vaya

zanjando con su pasado en coordenadas de verdad, justicia y reparación. Se

trata así de garantizar que las generaciones que no lo vivieron conozcan

perfectamente nuestro pasado reciente, desde un punto de vista crítico y

democrático, de rechazo a los crímenes del franquismo, a la impunidad del

régimen del 78 y a la conculcación de los derechos civiles y ponga en valor la

lucha en la calle de parte de la ciudadanía por conseguir la regeneración

democrática, todo ello como garantía de no repetición. 

Aprovechemos este debate para conseguir que nuestra ciudad, como Gernika

–“Ciudad de la Paz”-, Gasteiz y otras muchas, transmita a través de sus

símbolos, lugares y edificios, esa parte del patrimonio democrático que

queremos preservar y enriquecer.

Gehiago