Les queremos en casa

Afirma Europol, y confirman Save The Children y otras organizaciones internacionales, que al menos diez mil niños y niñas han desaparecido en la denominada "crisis humanitaria de los refugiados". Diez mil niños y niñas en paradero desconocido.

SOS Racismo Nafarroa

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Muy diferentes han podido ser sus destinos: en los mejores casos haberse reagrupado con familiares; y en los peores, estar sujetas a abusos, explotación o trata. Este escenario supera el espanto que cualquier mente sea capaz de imaginar. Y es que diez mil personas es una cifra inabarcable cuando se trata de sufrimiento.

Infinitas son también las preguntas que quedan por contestar, por ejemplo, ¿por qué hasta ahora no se ha hecho pública esta realidad? O, ¿cuáles son los recursos institucionales movilizados para buscar soluciones urgentes, en concreto, para localizar a estos y estas menores, y, en su caso, devolverles con sus familias y depurar responsabilidades? ¿Cuántas migajas estará dispuesta la Unión Europea a rascar de sus arcas abastecidas a golpe de capitalismo y expolio para solucionar esta emergencia humana que por su culpa se ha gestado?

Sin embargo, además de las preguntas, también hay algunas certezas. Como la de que la Unión Europea engulle las vidas de miles de personas. Que la Unión Europea desprotege, maltrata y asesina a miles de menores. Que a la Unión Europea le interesa la riqueza de unos pocos más que la vida de millones de personas. Que la Unión Europea a diario intenta atraparnos en la maraña del miedo. Que justifica la masacre en aras de “nuestra seguridad”. Que con el pretexto de “regular” los flujos migratorios, desregulariza derechos y libertades. Que, a través de sus políticas de control y cierre de fronteras, aniquila el derecho a circular libremente, a decidir el propio destino, a existir más allá de la frontera. Que la Unión Europea genera cada día más racismo y xenofobia, al insistir en jerarquizar a las personas diferenciando entre quiénes somos “nosotras” y quienes son “ellas”.

Pero, ¿y la gente de a pie, la llamada “sociedad civil”? Pues lo cierto es que a diario también matamos, aunque sea de forma no intencionada. Matamos a veces, con nuestro voto. Otras, cuando no exigimos que se abran las fronteras -los muros del racismo, las fronteras asesinas-. Y, cotidianamente, matamos con el silencio. Matamos cuando 10.000 niños y niñas desaparecen; y aquí no se monta una revolución.

Hagamos entonces que sí se monte. No les dejemos desaparecer, como desaparecen los cuerpos en las aguas del Mediterráneo. Contra la genealogía del terror y del miedo, unámonos a otra marea: la de la movilización social que reclama que se derriben los muros que matan, que se borren las fronteras que son capaces de tragarse a diez mil personas. Exijamos que aparezcan, porque queremos diez mil bienvenidas. Digamos hoy, más que nunca, “ongi etorri!”. Les queremos en casa.

Gehiago