Las carísimas “coderas” del alcalde Enrique Maya

En el mes de diciembre de 2010 y con gran aparato propagandístico se inauguró la pasarela de Labrit, siendo alcaldesa la señora Yolanda Barcina y director del área de Urbanismo el actual alcalde, Enrique Maya.

Joseba Asiron Saez Concejal del Ayuntamiento de Pamplona-Iruñea (EH Bildu)

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Vendida como un alarde técnico y un portento de diseño “marca de la casa”, el equipo de la
alcaldesa desistió motu proprio de la realización de una prueba de carga que comprobase la estabilidad
de la estructura (15-11-2010), por considerarla innecesaria. Pues bien, el miércoles pasado, 20 de mayo
de 2020, en comisión municipal, dos ingenieros del Colegio de Ingenieros de Navarra desplazados
hasta el Consistorio, a preguntas de quien esto escribe, afirmaron categóricamente que, si entonces tal
prueba se hubiera llevado a cabo, los defectos de la estructura hubieran sido detectados. Es decir, que
los actuales lodos provienen directamente de aquellos polvos de 2010. Y si a quien esto escribe le
preguntaran el por qué del desistimiento municipal a la prueba de carga, contestaría sin dudar que por
una razón de calendario electoral: faltaban 5 meses para las elecciones, y había que acelerar las
inauguraciones. 

El informe solicitado por el alcalde Enrique Maya al Colegio de Ingenieros de Navarra, que hemos
conocido esta semana, es el cuarto dictamen técnico emitido, tras los informes encargados en la
anterior legislatura a las empresas foráneas especialistas IDEAM e INTEMAC, respaldados también
por 5 técnicos municipales del Ayuntamiento de Pamplona. Y asume todas las conclusiones
anteriormente emitidas, es decir que la pasarela tiene fallos de diseño y de ejecución, además de tener
graves problemas estructurales y de corrosión. La única diferencia sustancial es que, a diferencia de los
primeros informes, que aconsejaban la demolición de la obra hasta los cimientos, este último informe
afirma que puede ser reparada, eso sí con un nivel de intervención enorme, que afecta tanto a los
cimientos como a la estructura aérea de la pasarela. 

El problema radica, cómo no, en los costes. Y es que los propios autores del informe afirman que sería
necesario invertir 380.000 euros (más IVA) en la reparación. Un cálculo muy simple, que incorpore el
IVA y el pago del propio informe, eleva ya ese coste hasta los 500.000 euros, y todo ello para una
pasarela que, según el informe final de liquidación, costó 680.000 euros. Es decir que la reparación de
la pasarela costaría un 73’5% de su precio. Y a ello probablemente haya que añadir otros gastos, como
la prueba de carga (que ahora sí habría que hacer), el proyecto, la dirección de obra, etc. Así las cosas,
a nadie se le escapa que, si hablásemos de un coche, nos encontraríamos ante un “siniestro total” como
la copa de un pino. Pero es que además, en lo que a este tipo de estructuras se refiere, la propia
normativa dice que, si la reparación supera el 50% del coste inicial, se considera que incurre en ruina
económica, tal y como ya adelantaron algunos informes municipales. Aquí, repito, nos estaríamos
yendo por encima del 70%. 

Esta es la realidad de la pasarela del Labrit. Una estructura que el señor Maya, por motivos
estrictamente políticos, se resiste a impugnar, reclamando una nueva, a pesar de que existe un
expediente municipal de responsabilidades que dice que el Ayuntamiento debería haber recibido ya los
800.000 euros para la construcción de una pasarela nueva, sin defectos ni petachos. ¿Qué intereses está
defendiendo el sr. Maya al renunciar a un proyecto nuevo para aceptar una obra con remiendos? Los
de la ciudad no, desde luego. 

Por supuesto, no cabe la menor duda de que buena parte de este irresponsable empecinamiento radica
en la pasada legislatura, y en la sobreactuada e histriónica oposición que el señor Maya encabezó en el
Ayuntamiento de Pamplona. Pusieron en solfa informes técnicos realizados por empresas de
implantación internacional y ratificado por técnicos municipales, aseguraron que cerrábamos la
pasarela por razones estrictamente políticas, obviando los problemas evidentes que presentaba, y en un
alarde de cinismo difícilmente superable, llegaron a afirmar que la pasarela podría abrirse
inmediatamente, si hubiese voluntad para ello. Los propios ingenieros comparecientes este miércoles
desmintieron esa idea de modo categórico, afirmando de manera expresa que en tales circunstancias la
pasarela no hubiera podido ser abierta sin grave riesgo. Y dejando, de paso, en el más absoluto ridículo

al propio señor Maya, que llegó a afirmar que los problemas de la pasarela podrían solucionarse,
simplemente, poniéndole un pilar debajo (20-3-2019). 

Y para los amigos de las parábolas, terminaré con un símil muy fácil de entender. El señor Enrique
Maya ha entrado a comprar una americana de diseño a una tienda de marca. Pagada la cuenta, se da
cuenta de que la prenda tiene agujeros en un codo y en la solapa, y se va al departamento de
reclamaciones para devolverla. Allí, muy amablemente, le dicen que no se preocupe, que le van a
poner dos coderas y un parche-pegatina, y que le va a quedar como nueva. Ante esto cualquier
persona, Enrique Maya incluido, se plantaría con firmeza diciendo que en absoluto acepta llevarse a
casa una mercancía defectuosa, y exigiría la devolución íntegra del dinero o un producto nuevo, sin
defectos ni remiendos. Es lo lógico, lo canónico, lo que todo el mundo hace habitualmente, porque nos
asiste la razón, el derecho y el sentido común. Y sin embargo este miércoles, en rueda de prensa, el
señor Maya dijo que si no se llegara a acuerdos con las compañías aseguradoras, y “en aras al bien
común”, habría que pagarla con las arcas municipales. Y he aquí donde surgen las dudas, ¿por qué se
empecina el alcalde en aceptar una mercancía construida con defectos, y que precisa profundísimas
reparaciones? ¿Por qué el señor Maya está dispuesto a pagar, con el dinero de la ciudad, lo que con su
propio dinero nunca aceptaría pagar? 

Preguntas muy sencillas, con respuestas inquietantes.

Gehiago