La filantropía de Paco-Patxi

Javier Onieva

2025-ko urtarrilak 3

En el Parlamento de la histórica Comunidad Foral y consumista de Navarra, los diferentes grupos políticos se disponían a debatir los presupuestos que deberían marcar la política de ingresos y gastos para el año siguiente.

El Gobierno había estimado una cantidad total de seis mil millones de euros para cubrir las necesidades de la población de la Comunidad para ese año. Así mismo había establecido los impuestos obligatorios para recaudar esos seis mil millones necesarios para cubrir el gasto.

Con gesto despectivo y sonrisa irónica, un personaje escuchaba el desarrollo de la sesión parlamentaria. Se trataba de Francisco Javier Bardenero Erronkari. Ciudadano ejemplar navarro, distinguido, tanto él como sus progenitores, con la medalla de oro de la Comunidad Foral.

Sin lugar a dudas el hecho de que el famoso personaje, conocido popularmente como Paco-Patxi dependiendo de la zona de Navarra, sur o norte, donde se le mencionase, tuviera una de las veinte mayores fortunas del mundo, figurando en el puesto número dieciséis de la lista Forbes, con más de cien mil millones de euros de patrimonio, fue mérito suficiente para que el Gobierno le concediese la mayor distinción navarra.

Paco- Patxi, que esa mañana se había levantado especialmente motivado, escuchaba aburrido las intervenciones parlamentarias, hasta que en un momento se le iluminó la mente. Se puso su mejor traje y se dirigió al Parlamento.

Como no podía ser de otra forma, Paco-Patxi tenía las puertas de la sede parlamentaria siempre abiertas. Reunió a todos los portavoces de los grupos parlamentarios y les lanzó su brillante idea.

Él se haría cargo de los seis mil millones de gasto que se reflejaban en el presupuesto, por lo que tanto las personas como las empresas no tendrían que pagar ningún tipo de impuesto, pero tenía que ser con una condición, y esta era que tenía que ser él, y solo él, quien gestionara la política presupuestaria.

En una democracia capitalista socio liberal, como era el sistema político que regía en la Comunidad Foral, la ciudadanía era la encargada de elegir a sus representantes mediante la correspondiente votación. Paco-Patxi se presentó a las elecciones. Ni que decir que su programa, liberando de impuestos a toda la poblaciónsedujo a gran parte del electorado, consiguiendo el noventa por ciento de los votos. Por lo que la gestión de la política presupuestaria quedó en sus manos.

Puesto que Paco-Patxi era el que ponía el dinero, lo primero que hizo fue eliminar gastos. Cerró guarderías, institutos, universidades, centros de salud, hospitales y residencias de mayores públicas. Teniendo, como tenía, la mayoría del accionariado en todo ese tipo de centros en el ámbito privado, recuperaba el dinero invertido en el presupuesto acosta de la ciudadanía, que no tenía más remedio que acudir pagando a dichos centros privados.

Paco-Patxi se rodeó de un conjunto de vasallos provenientes de las clases sociales alta y media-alta, que encantados con no pagar impuestos, no les importaba el tener que pagar por acudir a hospitales y demás centros privados, incluso aunque el dinero desembolsado, en muchos casos, superaba la cantidad que antes pagaban en impuestos.

El resto de personas tenían la categoría de súbditos. Para estos, Paco-Patxi exhibía su filantropía, que no era otra cosa que donar parte de lo que había sustraído del erario público para la gestión privada y con ello convencer a la ciudadanía que lo público no era necesario. En definitiva eliminar la democracia y legitimar su poder.

No dudaba en conceder subsidios a las clases desfavorecidas, sabiendo que dichas ayudas económicas las iba a recuperar, ya que esa clase social no tenía más remedio que, de una u otra forma, gastarse el dinero en sus negocios. Y cuando las clases sociales baja y media-baja sufrían alguna enfermedad cuyo tratamiento era demasiado caro, o simplemente llegaban a una edad improductiva y no consumían lo estrictamente estipulado, eran automáticamente eliminados del sistema. Eso sí, Paco-Patxi no tenía inconveniente en subvencionar a la familia con los gastos del funeral.

Sin embargo, y aunque todo parecía ir bien, Paco-Patxi no lo tenía claro. Existía ese diez por ciento de la población que no le apoyaba. Sus aduladores más cercanos le intentaban tranquilizar “no te preocupes Paco-Patxi”, le decían, “ese diez por ciento viven instalados en una utopía permanente y estamos consiguiendo que cada vez se les haga menos caso”

En las noches, acostado en su cama, Paco-Patxi pensaba en lo que sus vasallos consideraban la utopía de ese diez por ciento y que consistía en aplicar a toda la población un impuesto justo, solidario, social y progresivo. En el que más dinero tiene, más dinero aporta a la comunidad. Y que en su caso, aunque seguiría siendo uno de los mayores millonarios del mundo, le impediría tener poder. En definitiva, triunfaría la democracia sobre la plutocracia.

Eran las cuatro de la mañana y, con los ojos como platos, Paco-Patxi no lograba conciliar el sueño.

Gehiago