La dura derrota del imperialismo yanqui en Afganistán

Las dramáticas escenas del aeropuerto de Kabul que recorrieron el mundo, con miles de afganos y afganas tratando de subirse a un avión militar, es la imagen más evidente de la debacle del imperialismo norteamericano.

Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores-Cuarta Internacional (UIT-CI)

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Los yanquis y sus
aliados de la OTAN se escapan de Afganistán y los talibanes tomaron Kabul, su
capital, así como las principales ciudades. La retirada yanqui, a casi 20 años de
su invasión, deja al país hundido en un desastre. Es una de las derrotas más
graves de los Estados Unidos después de Vietnam. Y se produce en el
momento de la más grave crisis mundial de dominación del imperialismo
norteamericano. Una crisis política, económica y militar. El presidente Biden
culpa a Trump porque acordó con los talibanes la retirada el año pasado. El
secretario de Defensa de Gran Bretaña, el principal aliado de los Estados
Unidos en la invasión, tachó de “podrido” el acuerdo entre los Estados Unidos y
los talibanes. 

En febrero de 2020, el gobierno de Trump llegó a un acuerdo con los talibanes
para retirar a sus soldados en mayo de 2021. Biden dijo que la retirada iba a
ser en septiembre, pero se vio obligado a adelantarla. El domingo 15 de agosto
los talibanes tomaban Kabul. En el momento de publicar esta declaración
6.000 soldados yanquis y británicos se limitan, en medio del caos, a custodiar
el aeropuerto de la capital para permitir escapar a sus colaboradores directos y
a los funcionarios del gobierno títere. Ashraf Ghani, el ex presidente afgano, ya
huyó del país. 

Afganistán comparte fronteras con China, Pakistán, Irán, Tayikistán,
Turkmenistán y Uzbekistán. Hoy, con 38 millones de habitantes, es uno de los
países más pobres del mundo. De economía centralmente agraria, dominada
en gran parte por los talibanes, con campesinos sometidos y pequeños
comerciantes, su principal exportación es el opio, del que es el mayor
productor mundial, con 328.000 hectáreas cultivadas de amapolas (para opio y
heroína). Precisamente con estos cultivos se financian los talibanes, quienes
siguieron exportando a través del contrabando.   

La invasión yanqui en el 2001 buscaba poner “orden en el mundo” 

La invasión comenzó el 7 de octubre de 2001, a menos de un mes de los
ataques terroristas en Nueva York, Pensilvania y Washington, que derribaron
las Torres Gemelas y dejaron más de 3.000 muertos y heridos.
El supuesto objetivo de la invasión a Afganistán, ordenada por el presidente
George Bush, fue “combatir al terrorismo” y capturar a Osama Bin Laden, líder

de la organización Al Qaeda, considerado el autor intelectual de los atentados,
quien estaba refugiado en Afganistán y protegido por su gobierno. Nunca
quedaron del todo claros los objetivos y orígenes de los atentados que
derribaron las Torres Gemelas. 

Bin Laden, nacido en Arabia Saudita, había sido financiado por la CIA y los
yanquis que le dieron armas y entrenamiento para luchar contra la hoy
desaparecida Unión Soviética en la década del ’80, que había invadido a
Afganistán para defender a un gobierno aliado, y detener el avance de
movimientos islámicos, de los cuales surgirían luego los talibanes.
Con la excusa del atentado, Estados Unidos logró apoyo internacional y en la
propia población norteamericana para invadir Afganistán, y luego a Irak en el
2003 (país que no tenía nada que ver con Bin Laden o Al Qaeda). Pero el
objetivo real era utilizar el repudiable atentado, para apuntalar su debilitado
dominio en Asia y aumentar su control del petróleo de Irak y el Medio Oriente.
Bush y los presidentes que le siguieron, erigiéndose en “gendarme mundial”,
quisieron poner “orden”. Veinte años después se puso en evidencia que más
bien incentivaron “un desorden mundial”, y que el imperialismo no se ha
repuesto de su fracaso militar y político de Vietnam. 

Para invadir Afganistán, Washington contó con el apoyo militar del Reino Unido,
Canadá, Australia, Austria, Italia, Alemania y de otros países de la
Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). También contrató
ejércitos privados de mercenarios colombianos y de otros países
latinoamericanos. Entre todos, llegó a contar con más de 200.000 efectivos
con apoyo de su poderosa aviación. Pero la invasión yanqui, a pesar de los
bombardeos y las masacres que produjeron un verdadero genocidio, que causó
200.000 muertos y millones de heridos y refugiados, nunca pudo consolidar su
dominio sobre todo el territorio. Los talibanes siguieron controlando, con cierto
apoyo popular, parte del sur de Afganistán. 

Los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN dicen haber gastado 1 billón de
dólares (1 millón de millones) en mantener un enorme ejército de ocupación.
Los invasores tuvieron unos 8.000 muertos, entre tropas norteamericanas, de
otros países de la OTAN, y mercenarios contratados por ellos. Se calcula que
88.000 millones de dólares fueron gastados en la instrucción de los 300.000
soldados afganos, que ahora se rindieron sin combate. De nuevo se demuestra
que una fuerza invasora no puede consolidar un ejército a su servicio de
manera eficiente. Los hechos mostraron que era artificial. El odio a los
ocupantes imperialistas fue la base de ese fracaso. No tenían una causa moral.
No querían enfrentar a sus propios compatriotas, por más que fueran los
talibanes.

Veinte años después, pasados los gobiernos de Bush, Obama, Trump y ahora
Biden, las fuerzas imperialistas se retiran derrotadas.   

Los talibanes, un monstruo creado por el imperialismo 

Los talibanes son un movimiento político religioso islámico (de la rama sunnita)
pro capitalista, que encabeza una federación de tribus con centro en la etnia
pasthún. 

Los talibanes, o «estudiantes» en lengua pasthún, surgieron a principios de la
década de los 90 como una fracción de la resistencia afgana a la invasión de la
ex URSS de los años 80. Eran parte de los “mujaidines”, la guerrilla financiada
por el Pentágono norteamericano, la CIA y apoyados por Pakistán. Es decir que
los talibanes fueron creados por el mismo imperialismo norteamericano. Pero
luego estos se les fueron de las manos. Los talibanes aparecen en 1994
enfrentados en una guerra civil con otras alas de la ex guerrilla. En 1996
tomaron el poder en Afganistán y lo gobernaron hasta la invasión yanqui en el
2001. Formaron el Emirato Islámico de Afganistán (una especie de monarquía
islámica, encabezada por la autoridad absoluta político religiosa, que quieren
reconstruir ahora). 

Los talibanes establecieron una dictadura burguesa islámica, basada en su
interpretación de la sharía o ley islámica. Ejecutaban públicamente a asesinos
y adúlteros, amputando manos y pies a los culpables de robo. Asimismo, los
hombres debían dejarse crecer la barba y las mujeres tenían que llevar un
burka que les cubría todo el cuerpo, no podían circular sin compañía de algún
hombre, ni estudiar después de los 10 años. También prohibieron la televisión,
la música y el cine.
  

¿Adónde va Afganistán? 

Por sus antecedentes represivos mientras gobernaron, y también por ser
predominantemente de la etnia pasthún (40% de la población), los talibanes
son resistidos por gran parte del pueblo afgano, en especial en las ciudades,
por las mujeres, y por otras etnias que pueblan el país. 

El líder religioso Mawlawi Hibatullah Akhundzada fue nombrado comandante
supremo de los talibanes el 25 de mayo de 2016. Es muy posible que, como lo
han anunciado, restablezcan el emirato dictatorial islámico. Aunque se
enfrenaron con Estados Unidos, no tienen un programa antiimperialista y ya
iniciaron negociaciones públicas con el imperialismo chino, que ya prometió
inversiones en litio y cobre, y le dieron garantías a Rusia. 

Nuestro repudio a los crímenes del imperialismo yanqui no significa algún
apoyo al gobierno ultra reaccionario de los talibanes. Por ello, desde la UIT-CI,
apostamos a que haya una importante resistencia popular al nuevo gobierno.
Anticipamos nuestro repudio a toda acción represiva sobre las mujeres y el
pueblo afgano en general. 

Es el pueblo trabajador afgano quien merece la solidaridad internacional para
luchar por su independencia y reconstruir su país sin invasores y sin dictaduras
teocráticas o de cualquier signo. También es necesaria la solidaridad con los
millones de refugiados afganos que son discriminados y explotados en Asia y
Europa, para que sean aceptados como migrantes de un país destruido por el
imperialismo, con todos sus derechos laborales y sociales. 

Gehiago