Están a la puerta de casa, toca abrirla
Son ya menos de treinta las presas y presos vascas navarras que permanecen encarceladas. A la vista de los casi once años largos que han pasado desde la Conferencia de Aiete, habrá quien diga… ¿”todavía treinta”?; y habrá quien no olvide tiempos no muy lejanos en que el número se acercaba a los dos centenares. Lo cierto es que treinta es una cifra que permite atisbar un horizonte más cercano al final de una realidad que está durando demasiado.
Mikel Mundiñano y Xochitl Karasatorre, coordinadores de Sare y Etxerat en Nafarroa
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De esas casi treinta navarras que aún permanecen encarceladas, dieciocho están ya en cárceles
situadas en Euskal Herria (nueve en Iruñea, cinco en Martutene y cuatro en Zaballa), a quienes habría que
sumar las dos personas que están presas en sus casas. En cárceles de fuera de Euskal Herria, quedarían
siete presas: en Lannemezan, en Soria, en Dueñas-Palencia, Leon y en Topas-Salamanca.
Proyectar un escenario sin presas ni presos vascos debe ser un estímulo para acelerar la llegada
de ese momento sin duda histórico que eliminaría de la ecuación política un importante factor de
generación de sufrimiento y permitiría dirigir todas las energías a la resolución de los temas todavía
pendientes: verdad, reconocimiento, reparación, memoria inclusiva…. Además, aportaría sosiego al
ecosistema político y social en Euskal Herria, permitiendo ahondar más en una convivencia tan necesaria.
Toca por tanto aplicarse en eliminar los obstáculos que todavía siguen dificultando el camino de
vuelta a casa de presas y presos. Uno, el más fácil de resolver, sería el cerrar definitivamente el ciclo del
alejamiento trayendo a Euskal Herria a las siete presas navarras que quedan fuera. Caben en un
monovolúmen. El segundo, sometido a la farragosidad de la burocracia y el celo político, sería completar
la transferencia a Navarra de la competencia íntegra de la política penitenciara. Es ya una evidencia que
una gestión Km 0 redunda en normalización, eliminación de la excepcionalidad e impulso a los itinerarios
de reintegración. Por último, quedaría despejar definitivamente las barreras provenientes de la inercia
política de tiempos ya superados tanto por la sociedad como por la propia realidad, llámese la aplicación
restrictiva de la ley 7/2003, la negativa al reconocimiento de las condenas cumplidas en Francia, o las
zancadillas que desde algunas instancias se siguen poniendo a las progresiones de grado, acceso a
permisos, oportunidades de trabajo o estudio, etc.
Teniéndolos ya a la puerta de casa, girar la manilla y darle el último empujón para abrir la puerta
de par en par es tarea de todas y todos: de los agentes políticos, que afrontan un ciclo electoral que
debiera abrir ya una fase de soluciones definitivas; de los agentes sociales, verdaderos pilares de todo el
proceso, y de la ciudadanía en general. También es tarea tuya y mía. La jornada de movilización
convocada en Donostia para el próximo sábado 8 de octubre; quiere ser un potente punto de inflexión
para empujar esa puerta que la tenemos ya entreabierta. ¡Apoya tu mano!