Estados Unidos: Asalto al Capitolio

Los aberrantes y repudiables hechos del Capitolio, de los Estados Unidos, muestran la gravedad de la crisis política del imperialismo.

Miguel Sorans, Miembro de la dirección de Izquierda Socialista (Argentina) y de la UIT-CI

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Las imágenes del 6 de enero de cientos de ultraderechistas y simpatizantes de
Trump, asaltando e irrumpiendo en el Capitolio han sido de un lógico impacto
mundial. Son hechos inéditos que muestran la gravedad de la crisis que sufre
el imperialismo norteamericano y también el peligro que representa el
trumpismo como movimiento de ultraderecha, reaccionario y racista. Muchos lo
han calificado de un intento de “golpe de estado” y parte de un “plan
insurreccional” para impedir que asuma Biden y sostener a Trump en el poder.
Desde ya que eso era lo que quizás creían muchos de los y las participantes
neofascistas y racistas que irrumpieron violentamente en el Capitolio. Pero no
consideramos que se haya tratado un intento de golpe de estado. No era ese el
plan de Trump y menos aun de algún sector de la burguesía y las FFAA
yanquis. 

En realidad, se trató más de un manotazo de ahogado de Trump, que
intentaba, con esa movilización reaccionaria, seguir manteniendo su
popularidad en ese movimiento ultraderechista de la sociedad norteamericana.
Esa acción fue otra expresión de su derrota política. No de alguien que está en
ascenso. Sino derrotado y en retroceso. 

Era previsible que Trump siguiera con nuevas acciones provocativas de su
campaña sobre que hubo “fraude” y que “le robaron la elección”. Con esa
acción antidemocrática no pretendía concretar un golpe de estado sino
fortalecer, hacia el futuro, su base social neo fascista y sostener el control del
Partido Republicano. 

Tan solo estaba que ni lo apoyó, en su impugnación a Biden, el vicepresidente
Pence. El jefe de los republicanos de la Cámara de Representantes. Kevin Mc
Carthy calificó la acción de “antiestadounidense” e “inaceptable”. El ex
presidente republicano, George Bush repudió la acción y a Trump expresando
que “así es como se discuten las elecciones en una republica bananera”.
Ningún sector militar adhirió. Pudo haber apoyo o dejar correr de un sector de
la policía, hasta hubo quienes se sacaron selfis con los racistas. También pudo
haber policías que dispararon. Una mujer, ex miembro de la fuerza aérea y
simpatizante de Trump, murió, y se habla de otros muertos y heridos. Pero
como lo han denunciado voceros del movimiento antirracista Black Lives
Matter, otra reacción policial hubiera existido si se trataba de una protesta
afroamericana. 

Tal rechazo hubo al asalto al Capitolio, en la dirigencia republicana y las
amenazas de hacerle juicio político, que al otro día Trump tuvo que salir con un
mensaje “aceptando” que Biden debe asumir. Aunque también haya anunciado
que no va a concurrir a su asunción. 

Lo del Capitolio fue otra expresión de lo que ya definimos en la UIT-CI como de
extrema polarización que no existe en otros países. “Esta polarización ha
crecido con la crisis social combinada con la rebelión antirracista, el
crecimiento del movimiento obrero, de mujeres o contra el cambio climático”
(declaración de la UIT-CI. 11/11/2020). En esa declaración advertíamos que
“Trump pierde pero se consolida como líder de una extensa franja social
ultraconservadora, reaccionaria y racista (…)  Trump se apoya en millones de
personas de la tradicional base social de racistas, neofascistas, grupos de odio
de supremacistas blancos, milicias armadas de la derecha, de xenofobia
visceral, odio a feministas, ambientalistas” (…) Millones creen en el discurso
“locoide” de que Biden puede “llevar al socialismo”, que se “va a Cuba y
Venezuela” y que Biden es parte de la “ultraizquierda” que va a “destruir” los
Estados Unidos. A mayor crisis social, crisis económica y luchas populares,
mayor crecimiento del polo racista y fascistizante” (idem). 

Todo esto se puso de manifiesto en las bandas de racistas y supremacistas
blancos que intervinieron en el asalto al Capitolio.
  

Cuando asumió Trump en 2016 lo definimos como un personaje neofascista. Lo
que también señalamos que eso no era igual a que el gobierno de Trump
pudiera transformar al régimen político norteamericano en fascista. O sea,
pasar de una democracia burguesa imperialista a una dictadura del estilo
Mussolini o Hitler. 

Y eso se ha confirmado con la culminación del gobierno de Trump por medio de
una derrota política electoral. Luego de una rebelión popular de masas contra
su gobierno y su represión policial racista luego del crimen de George Floyd.
Trump fortaleció la grave polarización social y al ya existente movimiento de
masas racista, supremacista blanco, facho, antisemita, homofóbico, etc. que
existe en los Estados Unidos. Por eso no se puede minimizar que haya obtenido
más de 70 millones de votos. Pero el marco de lo sucedido el 6 de enero en el
Capitolio es la derrota político-electoral de Trump. Por eso está por verse cual
será el futuro político de Trump. Habrá que ver si la acción del 6 de enero no
termina volviéndose en su contra. 

Para colmo, el día anterior a la acción sobre el Capitolio, el Partido Republicano
hasta perdió las elecciones de senadores en Georgia. Esta derrota deja
empatado el Senado con lo cual los republicanos pierden el control del Senado
luego de muchos años de dominarlo. Además, es la primera vez que un
candidato de origen afroamericano, considerado progresista, del Partido
Demócrata gana una senaduría en ese estado. 

Otra victoria para Biden y los demócratas. No hay que perder de vista que la
derrota de Trump ha sido la expresión electoral de la gran rebelión popular
antirracista que desató el crimen de George Floyd. Esa lucha sigue presente y
vigente. Y eso lo va a sufrir el nuevo gobierno capitalista de Biden. 

Todo esto ratifica que en Estados Unidos existe una crisis política inédita y
grave para el país que es el eje del imperialismo mundial. Lo que vendrá no es

tanto un peligro de golpe de estado sino la continuidad de esa crisis global
social económica, política y militar. Un imperialismo aún dominante, pero en
una crisis cada vez más profunda. Crisis que va al compás de la crisis del
sistema capitalista-imperialista y de las luchas y polarización social mundial. 

La perspectiva es hacia nuevas expresiones de crisis política pero ahora en el
mismo gobierno demócrata de Biden. Porque tiene que enfrentar una grave
crisis social, económica y de salud por la pandemia del Covid19. 

La crisis social puede traer nuevo ascenso en las luchas sindicales o
antirracistas, pero también más sectores que se vayan hacia la ultraderecha. O
sea, que se siga fortaleciendo la polarización social tan particular de los
Estados Unidos y que haya mayores acciones violentas de los grupos de
ultraderecha racistas y de supremacistas simpatizantes o fanáticos de Trump.
Ese peligro no es menor y será parte de la realidad a combatir. 

En este marco, sigue siendo clave la tarea y el desafío, no exclusivo de la UIT-
CI sino de toda la izquierda que se reclama anticapitalista, de poder avanzar
en la construcción de una alternativa política de izquierda independiente.

Gehiago