El Pueblo es sujeto de derechos

En la nación, las decisiones del sujeto político exigen tener en cuenta la pluralidad del conjunto del pueblo con el máximo respeto a la firmeza democrática apoyada por un amplio consenso. Desde la base de la propia territorialidad, la nación es el lazo de toda comunidad ligada a la libertad de decidir que hace a la persona sujeto de derechos.

Jon Nikolas Lz. de Ituiño

2015-ko abenduak 19

Desde su propia etnogénesis, Euskal Herria como pueblo, es el sujeto histórico más antiguo de Europa. Como nación constituye el sujeto colectivo, soporte de las aspiraciones legítimas de ser reconocido como sujeto político en la territorialidad de su propia historia. Con el ejercicio democrático del derecho a decidir de las personas, en el presente, se hace imperativo recuperar la potestad actualizada de la propia legitimidad en orden a ofrecer la solidaridad distributiva para todos.

La nación más antigua de Europa, Euskal Herria, tiene su origen en la etnogénesis de nuestra especie humana aislada en el nicho ecológico y cultural del rigor del Paleolítico. El desarrollo de la humanidad desde aquellos lejanos días ha evolucionado situando a cada grupo, cada una de las nacionalidades primigenias, en su lugar de supervivencia superando dificultades. Fue durante un largo periodo nómada donde se asentaron las bases de supervivencia de distintos grupos.

De la solidaridad conectada al grupo surgió la identidad propia de cada nacionalidad. La antropología moderna de trabajo de campo, nos sitúa por encima de imágenes erróneas del estilo de vida de aquellos nuestros antepasados. Hoy no se acepta la forma hobbesiana de entender la existencia de aquellas gentes como ‘rudas, embrutecidas y de vida breve’, ni tampoco situándolas en el Paraíso Terrenal de la Biblia. Richard Lee dice que los !kung del Kalahari son un buen modelo de los cazadores-recolectores prehistóricos de otra época en nuestros días.

Es con la ética de compartir en el grupo de los cazadores-recolectores como se desarrolla una categoría de igualitarismo y solidaridad y se atan lazos de responsabilidad a todos los niveles de convivencia. Entre los !kung no hay jefes ni caciques: La mayoría de los problemas sociales se resuelven mucho antes de que maduren hasta convertirse en amenaza para la armonía social. Es la prueba de que en la nación no existen identidades selectas ni aristocráticas; simplemente, con la etnogénesis primitiva nace el sujeto histórico de las nacionalidades que extiende la solidaridad de compartir derechos y responsabilidades

Con la variación climática, el cambio de ciclo introdujo la revolución agrícola asentando comunidades sedentarias alrededor de 7.000 años BP. A la altura del paralelo 30º, en los deltas de inundación fluvial, se desarrollaron concentraciones urbanas donde aparecen sociedades vertebradas. Fueron los inicios del Estado donde los asuntos de organización y gobierno comenzaron a ser gestionados con responsabilidad desigualmente compartida. Aparecen las élites integradas por minorías con propuestas destacadas que se erigen en autoridad sobre el resto de la nación.

Fue con la aparición del Estado como se estableció una nueva forma de vida. Sobreponiéndose a los acontecimientos que constituyen la historia de una época, antes como ahora, son las decisiones de quienes participan en el círculo de poder las que se transforman en razones de Estado. Con el ejercicio del poder se justifican las creencias de los que obedecen tanto como la coacción última de la autoridad. La evidencia de la agresividad entre Estados por el poder hegemónico son las razones de la guerra y la consideración de los vencidos como esclavos y sometidos o exiliados, sin dignidad humana.

La democracia es la base del respeto que exigen todas las personas; un lugar común a todos, donde los derechos colectivos, los derechos humanos, son la suma de las distintas maneras que nuestra naturaleza valora el derecho a decidir con sus consecuencias. Si el derecho a decidir es el principio de la libertad del sujeto como persona, en el respeto a los comportamientos democráticos está el modo de proporcionar a todos una estimación de sí mismos. Quizá, como ocurre en la cultura de los !kung del Kalahari, podamos hacer un espacio en las comunidades de nuestra cultura –y en nuestro tiempo– para institucionalizar modos responsables como nuestro AUZOLAN.

La seguridad y el bienestar de cada uno pueden contribuir al logro de una estimación colectiva; estímulo positivo y estable, del grupo para con las personas, necesario para edificar la confianza mutua que hace del reconocimiento social, afectos y elogios, la base de la convivencia.

Las determinaciones del comportamiento colectivo son el reflejo del aprecio y la solidaridad que establece una sólida fortaleza de vínculos con quien se considera un igual a tenor de los derechos humanos. Derechos humanos, individuales y colectivos, que hacen que una persona sea libre en la medida que tiene oportunidades según sus capacidades para desarrollar todas sus potencialidades. El respeto a la libertad de las personas en áreas de convivencia sitúa el contexto de la libertad individual, social y potencial, en posiciones que hacen posible conservar una imagen crítica de uno mismo.

En la nación, las decisiones del sujeto político exigen tener en cuenta la pluralidad del conjunto del pueblo con el máximo respeto a la firmeza democrática apoyada por un amplio consenso. Desde la base de la propia territorialidad, la nación es el lazo de toda comunidad ligada a la libertad de decidir que hace a la persona sujeto de derechos. Los incentivos para dar expresión a lo mejor de uno mismo están del lado del precio que hay que sostener para que la cooperación social responda en sentido positivo y al servicio de las necesidades comunes.

El concepto de nación –como de pueblo–, que puede considerarse un sentimiento con impulsos, debe adquirir en el medio plazo todo lo que es deseable con la idea asentada en el concepto funcional de la territorialidad. La nación y el Estado se han establecido con las limitaciones que toda realidad histórica impone. Euskal Herria, «la tierra del euskara», reconoce la territorialidad de un pueblo que inició su desarrollo antropológico cuando hubo euskaldunes que tuvieron conciencia de serlo.
Ya no se trata de reclamar derechos históricos. Hoy se trata de situar el marco de la democracia desde el derecho a decidir para asumir todos los mecanismos del sujeto político como proyecto de convivencia y como realidad que se construye día a día. Euskal Herria no es diferente de otras formaciones sociales en el contexto europeo (Escocia, Catalunya, Flandria, Corsica…). El sujeto político de Euskal Herria necesita eliminar las limitaciones externas y animar la autoconfianza de la voluntad colectiva, para superar la minoría de edad históricamente consolidada en situaciones de negación de nuestro pueblo.

Sobre todo, cuando la transformación del poder de los poderosos es la superación de la democracia en nuestro tiempo con la globalización. Es tal el poder que acumulan las entidades y personas, que se sitúan por encima de la democracia, que la libertad de acción de los partidos ha quedado enterrada bajo el peso de la corrupción. La teoría política que las élites griegas legaron con los fundamentos democráticos girando en torno a la figura del demos (pueblo) ha cerrado el círculo vicioso haciendo de la cosa pública la parte del negocio del poder invisible. Es hora de soltar amarras.

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