El enemigo invisible

La magnitud de los ataques se mide atendiendo a diversos criterios: el lugar donde ocurren, el número de personas asesinadas y heridas, el móvil, el origen de las personas atacantes y un largo etcétera de factores que son combinados de una u otra forma dependiendo del resultado que se quiera obtener.

Beatriz Villahizan. SOS Racismo Nafarroa

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Lo que nos pilla de cerca, nos impacta más, puede incluso que cambie
momentáneamente nuestra manera de movernos o interpretar la realidad, puede que
el miedo se instale un rato en el sentir colectivo y se nos cuelen recortes de derechos
o libertades o planes de seguridad que de otro modo nos costaría permitir, y
generalmente se cumple la profecía: “nos regalan miedo para vendernos seguridad” 

Aunque es cierto que necesitamos de alguna manera poder comprender cada acción,
aunque nos gusta conocer los detalles previos y cómo se ha desarrollado el ataque, y
nos enganchan los análisis pormenorizados, volviéndonos expertas y expertos en
temas que quizás no eran hasta ahora de nuestro interés (política exterior, “minorías
religiosas”, etc.), en general no cuestionamos la estructura ni el sistema en el que
vivimos, el grado de responsabilidad que tenemos cómo sociedad en lo que ocurre a 2
calles o a 20.000 km de distancia y lo que resulta más peligroso: con cada ataque se
redefine el binomio “nosotros/los otros”: como si consolara saber que el enemigo es de
fuera o que tengo que pedir perdón si es de dentro. Es entonces cuando ese caldo de
cultivo de estereotipos y prejuicios, que se cocina cada día a fuego lento, se vuelve
tremendamente útil y tranquilizador. 

Pero la realidad es otra y los enemigos, si es que existen, son otros, pocos y comunes
para toda la sociedad. No es cierto que el origen y la condición de las personas
determinen su posición en el mundo, es el propio sistema el que intenta encajarnos a
golpe de martillo en el lugar que nos corresponde. Es el sistema el que redefine de
manera constante quién queda fuera o dentro de ese imaginario “nosotros”. Frente a
esto, debemos ser lo suficientemente inteligentes para tejer redes de apoyo y
solidaridad, de esas que atraviesan fronteras, y aquí la diversidad lejos de ser un
inconveniente, es una ventaja, no es que enriquezca, es que nos hace más fuertes. 

Nos tranquiliza saber que frente a la sinrazón se levantan cada vez más voces
alertando sobre el peligro de ceder espacio a la xenofobia y al odio, pero nos
preocupan las zonas grises entre lo que se autodenomina Extrema Derecha y lo que
“sin querer” serlo adopta sus discursos amparándose en la necesidad y la inseguridad. 

Las víctimas del terrible ataque del pasado jueves en Barcelona, se unen a las
interminables listas de víctimas de múltiples violencias. Nos duelen todas, cada una
deja un rastro que debemos seguir hasta el origen para conseguir darle la vuelta a
este orden mundial y construir otro basado en la justicia, la igualdad y la diversidad.

Gehiago