El Ayuntamiento y los no-Sanfermines

A la vista de los últimos acontecimientos, parece ya más que evidente que el anuncio de la suspensión unilateral de los Sanfermines del pasado 21 de abril fue una irresponsabilidad apresurada e improvisada del Equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Pamplona comandado por UPN, ahora reconvertido en NA+.

Carlos Guzmán Pérez

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Era y sigue siendo evidente que la situación sanitaria actual desaconseja e incluso impide la
celebración de nuestras queridas fiestas tal y como las conocíamos hasta la fecha, pero
también era y es evidente que un Equipo de Gobierno diligente debe captar el pulso y el sentir
de la ciudadanía, y contemplar, prever y adelantarse en la medida de sus posibilidades a todos
los posibles acontecimientos y escenarios. 

Tras un extenuante confinamiento y unas interminables semanas de temor y tensión colectiva
inimaginable hasta hace un puñado de meses, el Ayuntamiento de Iruñea se encontraba ante
la posibilidad intentar reformular circunstancialmente (o no tan circunstancialmente) los
Sanfermines para intentar conjugar el disfrute de las mejores fiestas del mundo con el
necesario respeto de las imprescindibles medidas de seguridad higiénico-sanitarias y de
distanciamiento social. Pero no, el señor Maya (y en este caso dado su convalecencia su
Teniente de Alcalde, sí la del lio con los patrones) optaron por lo fácil y sencillo; suspensión de
las fiestas (sin prácticamente ninguna interlocución con los diversos agentes festivos de la
ciudad), eso sí, con la difusión de un espectacular video que logró emocionarnos a todos los y
las sanfermineras de la ciudad. 

Si algo caracteriza a nuestros Sanfermines es su carácter popular, participativo y plural, y a
buen seguro, una interlocución plural y participativa con todos los agentes implicados hubiera
elaborado mil y una propuestas imaginativas y responsables para el año del COVID-19,
descentralizando la actividad festiva para descongestionar el saturado Casco Viejo,
dinamizando el tejido asociativo y cultural de los barrios, y dando un necesario balón de
oxígeno al comercio y la hostelería de toda la ciudad. No hay que irse muy lejos para imaginar
por donde podrían haber ido los tiros, las pasadas Fiestas de Sanduzelai desde los balcones o el
último y atípico Día de Berriozar nos pueden dar algunas pistas. 

Pero no, se tomó la decisión desde el Consistorio y de forma posterior se trasladó la decisión a
la Mesa de los Sanfermines ya a toro pasado (nunca mejor dicho). Acertada o no, esa fue la
decisión adoptada y asumida con mayor o menor entusiasmo por la práctica totalidad de la
ciudad hasta estos sorprendentes momentos. 

Con poco menos de un mes por delante, nos enteramos por la prensa local de una
espectacular larga cambiada del señor alcalde merecedora de vuelta al ruedo, dos orejas e
incluso rabo. Parece ser, que el Equipo de Gobierno preso del acongojo fruto de su inactividad
habitual, a través del Área de Seguridad Ciudadana y la Policía Comunitaria intenta pasar
ahora la patata caliente de contraprogramar actos festivos el próximo día 6 de julio a las
Comisiones Festivas de los Barrios. Patadón y pelotazo largo que diríamos en el argot
futbolístico. 

Pero no queda aquí lo surrealista de la situación; por un lado el propio Ayuntamiento acuerda
“no incentivar ni apoyar iniciativas que supongan aglomeraciones durante San Fermín”, y de
forma casi simultánea el propio Alcalde manifiesta en la última Junta de Portavoces del
consistorio su disposición a acudir a la misa mayor del día 7 de julio en cuerpo de ciudad (la
cuestión de la aconfesionalidad constitucional la dejamos para otro momento y otro debate).
Al señor Maya que no le quiten su momentico no-sanferminero, que parece ser que una cosa
es suspender las fiestas, y otra muy distinta lucir chistera y frac de forma orgullosa en la
Parroquia de San Lorenzo. 

Lo kafkiano de la situación nos retrotrae a lo más gris del ya casi olvidado barcinismo
pamplonés; un ordeno y mando autoritario, falto de ideas y de imaginación, y adalid de la
improvisación y lo anti-popular. 

En cualquier caso, con todo este insólito panorama muchas incógnitas y solo un par de
certezas tenemos por delante antes de las doce del mediodía del próximo día 6. 

No nos debe caber la menor duda que del 6 al 14 de julio el conjunto de Pamplona-Iruñea
volverá a celebrar y vivir las mejores fiestas del mundo esta vez de una manera diferente, y
tampoco nos debe caber la más mínima duda de que lo hará con la responsabilidad y la
seriedad que requiere la excepcional situación que estamos viviendo. Por cierto,
responsabilidad y seriedad que a la vista de los acontecimientos no ha tenido en ningún
momento el Equipo de Gobierno del Ayuntamiento de la ciudad. 

¡Ya falta menos! Gutxiago falta da!

Gehiago