Con la venia de su señoría
Se acaba de presentar en los juzgados de Iruñea una querella por los crímenes del franquismo y de la transición. La querella la ha presentado el Ayuntamiento junto con otras personas a título particular, y documenta más de 300 asesinatos y desapariciones forzadas y más de 1.000 casos de violencia institucional (detenciones, torturas, despidos…) en nuestra ciudad desde el golpe militar fascista de 1935, las largas décadas de Dictadura y los años de la Transición.
Ana Barrena (Autobús de la Memoria) y Ramón Contreras (Coordinadora Amapola del Camino).
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Sin duda alguna, se trata de un paso muy importante que aúna en una misma querella esfuerzos institucionales y ciudadanos en exigencia de verdad, justicia y reparación.
Los hechos denunciados están perfectamente fundamentados en documentación,
testimonios y diverso material probatorio, y constituyen, a tenor de la legislación internacional
aplicable, delitos contra la Humanidad en la medida en que las personas objeto de esa
violencia institucional lo fueron a consecuencia de una acción sistemática encaminada, primero
por los golpistas, luego por el Estado franquista y los gobiernos de la transición, todos ellos en
perfecta sucesión de continuidad, a su eliminación como enemigos políticos.
Detrás de esta querella, no solo está el Ayuntamiento de Iruñea y las personas
afectadas directamente, sino una buena parte de la sociedad que desea vivir en democracia y
que reclama “verdad, justicia y reparación” y que entiende que no se puede conseguir un futuro
más justo y libre sin que previamente zanjemos de una forma correcta nuestro pasado más
reciente.
Lo que se pide a los tribunales de la ciudad es que actúen impartiendo justicia, es decir,
que analicen los hechos denunciados, valoren las pruebas presentadas y a la vista de todo ello,
reconozcan que tales hechos ocurrieron, que las muertes, desapariciones, violaciones de
derechos tienen apariencias de ser reales y que, por lo tanto, deben ser investigados y en su
caso juzgados y objeto de sentencias.
No podemos decir que es la hora de la justicia. Esta debería haber llegado mucho
antes. Constituye una auténtica vergüenza mundial la actitud, hasta ahora, de la justicia del
Estado español. Produce autentico estupor en todo el ámbito internacional las resoluciones
judiciales habidas hasta ahora que han fundamentado una práctica de impunidad total para los
crímenes cometidos por el franquismo y los gobiernos de la transición.
Con los planteamientos legales de los tribunales españoles no hubiese sido posible los
juicios a los nazis, a los criminales de la ex Yugoslavia, a los dictadores chilenos o argentinos,
entre otros.
El Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas ha recomendado en
repetidas ocasiones al Estado español y por extensión a la judicatura, la inaplicación de la ley
46/1977, de 15 de octubre, de Amnistía, cuando se trata de graves violaciones de los derechos
humanos y la aplicación del derecho emanado de los principios de Núremberg sobre la
imprescriptibilidad de los crímenes contra la Humanidad.
La sociedad está exigiendo de los tribunales de justicia que, en principio, admitan la
querella y acepten que los hechos denunciados son merecedores de ser investigados
judicialmente y tratados en un proceso justo. Esta es una exigencia totalmente normal en un
Estado de derecho. Cualquier otra decisión que suponga cerrar la instrucción, archivarla
argumentando su prescripción o improcedencia de ser juzgados, no será únicamente una
negativa de los tribunales a juzgar, sino que en si misma esa decisión constituiría una condena.
Una condena no solo a las víctimas, sino a toda la sociedad.
Hasta ahora, la inhibición de los juzgados a abrir un proceso penal por los graves
crímenes denunciados, ha significado la renuncia de la Justicia a señalar a la democracia como
un logro del esfuerzo colectivo de la sociedad. A supuesto la marginación y la negación del
valor político de aquellas personas que se opusieron al golpe fascista, a la dictadura y que
lucharon por los valores de la democracia, de la igualdad y de la libertad. Por esta razón, si los
tribunales se siguen negando a juzgar a los golpistas, a los crimines de la dictadura, a los
represores del régimen; si se niegan a calificar de actos delictivos los cometidos por las
autoridades y ejecutores del franquismo y la transición; si se niegan a aplicarles el código penal
a quienes perpetraron el acto fundacional del Estado franquista y a quienes lo mantuvieron
durante todos estos años, estarán vaciando de calificación moral al actual Estado de derecho.
De suceder esto, la inhibición de los tribunales estará manteniendo la impunidad de
todos estos años, reforzando la gran mentira de la transición: que la democracia no fue
producto de nuestras luchas, esfuerzos y sacrificios, sino de la acertada visión de unos
próceres que mutaron de la dictadura a la democracia, y que la violencia ejercida fue para
evitar males mayores, así la violencia golpista de 1936 y de la dictadura lo fue como respuesta
a los crímenes anticlericales de la República y para salvarnos de caer en manos del
comunismo y del separatismo.
Por eso reclamamos de la Justicia de Pamplona verdad, justicia y reparación y
esperamos de ella que esté a la altura de las circunstancias y que haga frente a sus
responsabilidades, tal como lo están comenzando a hacer nuestras instituciones municipales y
forales.
Sin justicia no podremos avanzar hacia una sociedad mejor. Sin ella la verdad se
resiente y la reparación no es posible en toda su extensión. La impunidad no puede ser
fundamento de nada. Es una exigencia social que los juzgados cumplan con su mandato de
impartir justicia, igual que nosotras y nosotros hemos cumplidos y estamos cumpliendo con
nuestra obligación civil de luchar por conseguir la democracia, la igualdad y la libertad,
pagando un precio muy alto por ello. El seguir manteniendo la impunidad y la negativa a juzgar
estos hechos, es una condena contra todas las personas que se han movilizado, y se
movilizarán contra la dictadura y contra todo tipo de opresión.