Carné de identidad de ser humano

Xabier Jaso y Bittor Abarzuza

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Que no sea por papeles: ningún ser humano es ilegal 

Fue el antropólogo Daniel A. Segal quien, cuando tuvo su primera hija y tuvo que ir a registrarla, se encontró

con algunas cuestiones sobre la identidad de la recien nacida -en el impreso le pedían el dato de la raza de la

criatura- y reaccionó de un modo no habitual. En el hospital había rellenado el apartado con la etiqueta

“caucasiana”, pero luego ocurrió esto: “Nosotros queríamos que todo fuera bien para nuestra hija. Eso significa,

entre otras cosas, que deseábamos que viviera en un mundo post-racial. Y así, con tan buenos e idealistas

deseos, decidimos tachar “caucasiana” y sustituirlo por “humana”. En las oficinas del hospital (nunca supimos

de quién fue la decisión) corrigieron nuestro error y devolvieron los papeles con “caucasiana” escrito otra vez

encima. Yo reaccioné utilizando mis trucos pedagógicos extraídos de mi experiencia como profesor de temas

relacionados con temas raciales. Les pedí que me respondieran a la pregunta de qué poner ante un niño que

fuera hijo de un padre negro y una madre blanca o viceversa. “Negro” me dijeron. Entonces les pregunté si ellos

creían que la criatura en cuestión se parecía más al padre negro que a la madre blanca (o al padre blanco que a

la madre negra) o si es que era de una raza diferente a la de sus padres. (…) Más frustrados que aclarados, los

administrativos del hospital hicieron una llamada a Sacramento, o sea, a la capital del Estado de California, que

tiene autoridad en tales materias, y les dijeron que lo de “raza o pertenencia a un grupo étnico” era algo que

cada persona tenía que rellenar. Si los padres porfiaban en que era “humana”, “humana” tenía que ser. Es así

como mi hija Hanna Rebecca Segal se convirtió en la primera “humana” nacida en California” 1 [Moreno Feliu,

Paz: 2011].

Desde la antropología y las demás saberes sabemos hoy que no cabe hablar de “razas” humanas. Pero además,

nos preguntamos si las organizaciones solidarias y las ONG no deberían completar el mensaje positivo que

afirma que “ningún ser humano es ilegal” con un reverso que reivindicara o recordara que todas y todos somos

seres humanos. ¡Qué radicalidad, por dios! La Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas lo

así lo decía en 1948 en la Declaración Universal de los Derechos Humanos: Artículo 1: Todos los seres humanos

nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse

fraternalmente los unos con los otros. Artículo 2: 1. Toda persona tiene todos los derechos y libertades

proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o

de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. 2.

Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o

territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país independiente, como de un

territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra limitación de soberanía. 

No es esperable que la ONU vaya a emitir un documento que certifique la humanidad de un ser humano, pero

que existiera uno podría ser un contraste frente a aquellos para quienes la identidad no es sino una forma de

control social. El carnet de identidad mundial no significaría otra cosa que la simple reivindicación de ser

considerados personas y la solidaridad con quienes son tratadas como una raza inferior (personas inmigrantes

y refugiadas de todos los países del mundo) sin justificar por ello un especismo discriminatorio hacia otros

seres vivos. 

Un carnet de ciudadanía mundial plena 

Un documento así se toparía con el problema del idioma: ¿en qué idioma se publicaría? ¿En inglés? ¿En chino?

Tal vez, para evitar las ideologías hegemónicas en torno a la lengua y el imperialismo idiomático, la solución  más sencilla podría ser que cada carnet fuera impreso en la lengua o lenguas que su poseedor o poseedora

deseara, y, quizás también, en la lengua internacional auxiliar llamada Esperanto. A modo de reivindicación, el

carnet recogería los artículos citados de la ONU o una declaración internacional de la Humanidad de cualquier

persona, de su pertenencia al planeta Tierra. 

Un carnet de personas 

“Ser gobernado significa ser vigilado, inspeccionado, espiado, dirigido, legislado, reglamentado, encasillado,

adoctrinado, sermoneado, controlado, medido, sopesado, censurado e instruido por seres que no tienen el

derecho, la sabiduría ni la virtud necesarios para ello. Ser gobernado significa, con motivo de cada operación,

transacción o movimiento, ser anotado, registrado, grabado, sellado, evaluado, cotizado, patentado,

autorizado, licenciado, aprobado, obstaculizado, reformado, reprendido y detenido. Es, con el pretexto del

interés general, ser abrumado, disciplinado, despojado, reclutado, explotado, monopolizado, extorsionado,

oprimido, exprimido, falseado y desvalijado, para ser luego, ante la más leve resistencia o a la menor palabra

de protesta: ser reprimido, multado, maltratado, vejado, acosado, intimidado a voces, golpeado, desarmado,

atado, encarcelado, fusilado, juzgado, condenado, deportado, sacrificado, vendido, traicionado y, por último,

burlado, ridiculizado, insultado y deshonrado. ¡Eso es el gobierno, esa es su justicia, esa es su moral!” [Pierre

Joseph Proudhon] . Y podríamos añadir: ser escaneado, logueado al principio y baneado después, spameado,

amordazado, geolocalizado, retenido en campos de refugiados, expulsado, amurallado por diversos Trumps… 

Es por ello que los papeles de ser humano (en realidad nadie debería necesitar documentos que lo certifiquen)

no son para el control social de nadie. Son papeles libertarios de solidaridad y carecen de números, códigos y

chips que no significan otra cosa que el interés actual de los estados por encajar a los seres humanos en

categorías desde las que discriminar. No somos números, sino personas de carne y hueso con nombres y

apellidos terrenales. Por supuesto, el carnet de identidad de ser humano es un documento válido para toda la

vida. Podría ser una especie de llamada a que todos y todas nos reconozcamos y cooperemos como seres

humanos iguales en la diversidad. Aunque parece evidente que habrá que hacer algo más que repartir papeles

de ser humano para conseguir que todas y todos sean reconocidos como tales, hacemos un llamamiento para

que en nuestra tierra y en todos los rincones del planeta las personas sean tratadas con dignidad y sus

derechos (comenzando por el derecho a la salud) respetados íntegramente. 

1. Tomado de Moreno Feliu, Paz: Encrucijadas antropológicas. Madrid: Centro de estudios Ramón Areces, 2011. UNED. Pág.: 182

1. P.J. Proudhon, Idée Générale de la Révolution au XIXe Siècle (1851)

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