Alsasua: Cuando la verdad y la duda molestan
Julian Jimenez
2016-ko abenduak 7
Posiblemente, hoy pocos desconozcan que es Alsasua (su nombre oficial, Altsasu). Es posible que algunos sean incapaces de situarla en un mapa; también es probable que muchos la sitúen en la Comunidad Autónoma Vasca y no en la Navarra a la que pertenece. Pero un mes y medio después de una campaña machacona y coordinada en los medios de comunicación se ha puesto a Alsasua en el mapa, o, mejor dicho en la diana. En una diana de odio, rencor y resentimiento, aderezado de medias verdades, de mentiras completas, de datos totalmente silenciados, de imágenes entrecortadas, de ausencia de contexto, creando el clima propicio para que sobre la pequeña villa navarra se descargue un odio mortal: Un odio con el aroma a la cuneta que Alsasua tuvo el terrible honor de padecer en el pasado. Este escrito intenta aportar un pequeño grano de arena en el otro plato de la balanza.
Antes de iniciar este texto he de añadir, a modo casi de autojustificación, que no resido ni soy vecino de dicha villa navarra. Vivo a casi un millar de kilómetros de ella. Tuve el placer de visitarla hace solo una semana, de pasear por sus calles, de comprobar que el relato de los medios de comunicación no se correspondía en nada con la realidad altsasuarra: En Alsasua no se respira odio a cada esquina, ni te fustigan por ser foráneo, tampoco por usar “Che” en vez de “Aupa”. Es más bien un pueblo más de la comarca de la Sakana, deseoso de no tener que sufrir a falsos periodistas que montan shows enlatados para mostrar en el magazine de la mañana, ni que sea nombrado como ejemplo de comienzo del infierno en la tierra en las tertulias de las TV más ultraderechistas. Celoso de su privacidad, hastiado de ser insultado y denigrado, orgulloso de su cultura que trata combinar estras cosas ante una crisis que desangra la zona. Un pueblo también agotado de la soberbia vestida de uniforme.
El 15 de octubre, durante unas fiestas locales, en el Bar Koxka, hubo una tangana entre varias personas. Hasta aquí, nada que no pueda ser similar con otros pueblos de la geografía penínsular -e incluso me atrevería a decir que se escuchan y ocurren cosas peores en otros lugares-. La diferencia: Alsasua es un pueblo con un historial de combatividad y lucha, rabiosamente nacionalista y con poca simpatía por la Guardia Civil. Y algunos de los implicados en la trifulca, la única versión que se ha escuchado, eran dos miembros de la Guardia Civil. Pero lo diferente fue, desde el primer día, el tratamiento mediático al caso: Cada vez eran más los que habían atacado a los guardias y sus parejas, solo se escuchaba la versión de estos y su pareja, sorprendentemente curada el día siguiente para disparar cientos de tweets en la red. Pero, sobre todo, lo que a algunos, fuera de Alsasua, nos empezó a mosquear el día después del incidente es que, rápidamente, medios españoles empezasen a calificar el incidente de “terrorismo”. ¿Terrorismo?¿Una pelea de bar?¿Nos estamos volviendo locos?
A partir de ahí, muchos empezamos a dudar, ese terrible delito, de la versión oficial de la Guardia Civil. ¿Cómo en una pelea de 4 contra supuestos 60 -se llegó a decir 70- solo se había resuelto con un esguince de tobillo?¿Cómo es que una de las agredidas estaba tan tranquila twitteando si tan brutal era la paliza como narraban todos los medios?¿Qué no nos estaban contando de todo aquello? Cualquier persona que haya tenido la desgracia de ver una pelea multitudinaria sabe que bastan 10 personas para generar lesiones graves a 4 personas indefensas. Hablando en plata: Si fuese cierta una “brutal paliza” y planificada contra 4 personas por parte de 50 personas (y más en un pueblo y en fiestas) debería haber personas heridas de diversa consideración, no un herido leve y leves contusiones.
Digo grave delito de dudar de la versión oficial porque algunos sufrimos amenazas de muerte, insultos, acusaciones de proetarras y de “insultar a las víctimas del terrorismo” por el simple hecho de dudar, señores, dudar, de la versión de la Guardia Civil. Hicimos algunos temerarios bien en dudar, porque gran parte de los datos se han ocultado deliberadamente a la opinión pública, fomentando el linchamiento contra Alsasua y sus vecinos: ¿Por qué no se explicaron la generación de tensiones previas innecesarias de uno de Guardias Civiles, imponiendo una procesión típica del sur de España, inexistente en Alsasua? ¿Por qué se omitió que una de las novias presuntamente mordió a varias personas, como se afirma según los vecinos y el informe de la Policía Foral?¿Por qué se ha ocultado que dicha mujer era hija de un miembro y candidato de UPN, que se presentó en las elecciones, como reconoce EL MUNDO? ¿Por qué se sigue difundiendo el falso rescate a ex presos de ETA que resultó ser falso, ya que eran miembros de una escuela de Idiomas? ¿Por qué se ha borrado la existencia de supuestas amenazas de los guardias civiles a los clientes del bar, como indica la crónica en NAIZ, con frases como “te voy a meter un tiro entre ceja y ceja”, como afirman varios testigos?¿Por qué se omite también deliberadamente que uno de los informes de la misma Guardia Civil desmienten en todo momento la agresión multitudinaria y planificada? Y, sobre todo, una vez comprobado que los “agredidos” han engordado el suceso en sus intervenciones en los medios de comunicación ¿Por qué se les sigue dando credibilidad total, sin molestarse en contrastar las versiones totalmente diferentes de vecinos y testigos presentes?
Alsasua es una localidad donde la presencia de la Guardia Civil no es simpática ni aplaudida. Es posible que los asfixiantes controles contra la población, con duraciones que llegan incluso a las 2 horas parados hasta que te registran coche o vehículo, mientras se porta un arma intimidatoria, a pesar del cese de la acción armada por parte de ETA, tenga mucho que ver. Sea como fuere, la población tiene el legítimo derecho de exigir la retirada de la misma de la localidad, de opinar lo que consideren sobre su actuación y su historia. Relacionar dicha reivindicación con el terrorismo, pretender relacionar a su vez ello con una tangana de bar, es una auténtico despróposito, solo legitimado por esa doctrina de “Todo es ETA”.
Semanas de brutal criminalización contra todos los vecinos del pueblo, de insultos injustos y muy dolorosos (como EL MUNDO llamando a Alsasua el pueblo de las bombas lapa y el tiro en la nuca), de vídeos con cámara oculta buscando las reacciones más agitadas para presentar al pueblo como violento e irrespirable (como un infame periodista de Telecinco metiéndose en una conversación privada sin educación ni respeto, obteniendo una airada respuesta que también obtendría en Sevilla o Valencia, obviamente), lograron criminalizar la pequeña villa navarra para justificar las detenciones de varias personas de la localidad, llegándose al paroxismo de que una de las personas encarceladas está en prisión porque uno de los guardias afirma que les “miró mal”. Solo la versión de dicho uniformado ha bastado para enviarle a prisión.
Ahora imaginemos esta situación en cualquier otro lugar: ¿Cuántos defenderían penas de cárcel para los implicados?¿Cuántos soportarían llenar de basura el nombre de su pueblo?¿Cuántos hablarían de terrorismo para calificar una tangana nocturna en un bar?¿Cuántos pueblos no estallarían de ira ante algo tan injusto?¿Apoyarías tú, que lees esto, que aplicasen esas medidas a conocidos o familiares, reteniendo en prisión a los implicados, como sucede con los chavales de Alsasua, a pesar de que no se ha celebrado el juicio?¿Soportarías o defenderías que esas personas pasasen todas las fiestas navideñas en prisión? ¿Verías con buenos ojos que todos los vecinos de tu pueblo fuesen insultados por lo realizado o por una trifulca entre unas pocas personas de tu pueblo? Empatizar a veces no es tan difícil, sin que por ello este texto pretenda minimizar lo ocurrido, bastante lamentable, dicho sea de paso.
Lo de Alsasua puede calificarse de tangana, de trifulca, de pelea, pero no de terrorismo. El verdadero terrorismo que se ha practicado en todo esto es el que trata de acogotar a un pueblo entero que se niega a dejar que manchen su nombre por nauseabundos e inconfesables intereses políticos. Terrorismo ha sido la insoportable campaña mediática, que es la labor que determinada prensa lleva realizando, sin piedad y saltándose los bordes de toda la ética desde hace un mes y medio contra la población de Alsasua. No fue terrorismo lo que se respiraba en una multitudinaria protesta que colapsó la urbe navarra el pasado sábado. Fue más bien un pueblo que, sin alzar demasiado la voz -puesto que la marcha fue silenciosa, llegándose a exigir silencio a un grupo de jóvenes que legítimamente exponían reivindicaciones-, exigia justicia, pedía dejar de ser criminalizado y atacado y trataba de poner algo de cordura en este sinsentido.
El sinsentido de calificar todo lo que place a determinados sectores de la derecha y la extrema derecha, con silencios cobardes y timoratos en otros lares, de terrorismo es intolerable e inaceptable. Pasó con los titiriteros y ha pasado con Alsasua. Y volverá a pasar si permitimos que en cada campañita marquen la agenda los mismos de siempre. No se trata solo de defender a los vecinos de Alsasua, ni de exigir la liberación de las personas encarceladas desde hace semanas, sin que ni siquiera hayas sido juzgadas, teniendo en cuenta que pasaran las navidades en una cárcel siendo jurídicamente inocentes. Se trata de estar alerta para evitar que se vuelva a repetir. Se trata de combatir esta ola de criminalización y represión, que nunca se sabe quien va a ser el siguiente. Lo que está soportando Alsasua es injusto, es infame y no vale solo con guardar silencio. Hoy es Alsasua, ayer los titiriteros, anteayer los afectados por “Araña”, pero es posible que mañana, después de la gente de Alsasua, el siguiente seas tú.