Las jotas, una herramienta de denuncia de la represión de la Guardia Civil en Nafarroa

Tras la polémica por la denuncia al cantante de la Gatillazo y ex de La Polla Records Evaristo en un concierto en Jerez, la editorial Txalaparta ha traido al recuerdo el libro Jotas heréticas de Navarra, escrito por el tafallés Jose Mari Esparza, en el que se recogen muchos cantos populares que durante años fueron entonados para denunciar los excesos de las "fuerzas del orden" en los pueblos de Nafarroa. En 2013 se publicó la 3º edición de esta obra, que todavía se puede adquirir en Txalaparta.

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La jota por la que, según publican, Evaristo fue denunciado decía así:

    Quiero decir lo que siento,
    no tengo ninguna duda,
    no pago 30.000 euros,
    por llamarte hijodeputa

    Y aunque la jota es la misma,
    con la misma melodía,
    anda rómpete la crisma,
    hijoputa policia

Pero el que la policía y la Guardia Civil sean un tema recurrente en los canticos populares no es algo nuevo. En el libro “Jotas heréticas de Navarra”, Jose Mari Esparza recoge algunas las letras que sin duda, de ser cantadas en la actualidad, darían pié a la aplicación de la conocida como Ley Mordaza. Las sublevaciones de los pueblos en el primer tercio del siglo XX, generalmente por la exigencia de tierras para trabajar, acababan siempre en enfrentamientos con los guardias, a veces con resultados trágicos para los trabajadores. Olite, Miranda, Alsasua, Cadreita, Villafranca o Roncal, por citar algunos, lo atestiguan. Un superviviente de las Juventudes Socialistas navarras, Pedro Bermúdez, recuerda esta jota, de claro matiz anarquista, surgida tras los incidentes de octubre de 1934:

    ¡Cuándo los templos sagrados
    se verán hechos cenizas,
    las iglesias destrozadas,
    los cuarteles hechos trizas!

Del mismo estilo libertario es esta otra:

    Arriba la Libertad,
    abajo la policía
    que sin que nadie lo mande
    amanece cada día

Al celebrarse en Beire las elecciones de Mayo de 1933, un atrevido joven llamado Martín Goyen, fusilado posteriormente en Pamplona, rompió la urna electoral para impedir el triunfo de la candidatura derechista. Sus alborozados compañeros le cantaban:

    Con tanta gente de orden
    y tanta Guardia Civil
    al fin ha roto la urna
    el camarada Martín

En otras partes las izquierdas hacían suya la música del «Oriamendi» y cantaban:

    Cueste lo que cueste
    se ha de conseguir
    que desaparezca
    la Guardia Civil

Pero fue durante el Bienio Negro cuando la Guardia Civil obtuvo las más altas cotas de impopularidad. La represión de Asturias se grabó a fuego en la memoria de la izquierda:

    Ya no se llaman civiles
    los del gorro atravesado
    que se llaman asesinos
    del trabajador honrado

En todos los lugares se sucedieron las multas, registros y detenciones. En medio del temor y de la censura, la ironía es un recurso más del jotero rebelde.

    Registraron los civiles
    la casa de «Mirandica»
    se llevaron los perniles
    y dejaron las cuerdicas

Uno contaba así su paso por el cuartelillo:

    Si el guardia que me pegó
    me deja una mano suelta
    de la ostia que le sacudo
    le dejo la gorra vuelta

La jota, efectivamente, no tiene gran calidad, pero no todos tienen porqué tener la magia de García Lorca para desalabar a los encharolados.

Como suele ocurrir cuando se destapa la olla del descontento, algunas instituciones fueron especialmente señaladas tras la proclamación de la República:

    La Libertad ya ha venido
    desde el 14 de abril
    ya se grita por las calles
    ¡Fuera la Guardia Civil!


Así nació ‘Jotas heréticas de Navarra’ de Jose Mari Esparza

Cuando hace 25 años salieron las primeras ediciones de “Jotas heréticas de Navarra”, su aturo pretendía “hacer una denuncia airada y un tanto provocativa” de lo que vino a calificar de “manipulación de la jota” como icono cultural casi exclusivo -y muchas veces excluyente- de Navarra. “El navarrerismo, venía a decir, ha castrado la jota quitándole la fuerza que le daba la improvisación, el repentismo, la polémica o la simple actualidad”.

Su lugar lo había usurpado una jota repetitiva hasta el hastío -con espléndidas gargantas, eso sí- y si surgía alguna letra novedosa era de contenidos pusilánimes y descontextualizados. “Jotas, en suma, dignas de cantarse al ombligo de esa Navarra oficial que maneja el mango de la sartén desde hace muchos años”, indicaba en su día Jose Mari Esparza. “Qué decir de ese navarrerismo que es capaz de manipular la fotografía de Raimundo Lanas y pintar de rojo la txapela oscura con la que el mítico jotero subía a los escenarios”, exclamaba.

Un cuarto de siglo después “seguimos igual”, afirma. “Salvo raras excepciones, la jota “oficial” sigue atada al mismo carro que va por la carretera, sin venta que no se pare ni mujer que no le quiera. Más de lo mismo. Letanía. El sexo, los ricos y pobres, los curas, la trasgresión o la política no existen. Siguen premiando el arte de cantar coplas y se olvida el arte de crearlas, de improvisarlas y de utilizarlas”, denuncia. Aunque sin duda, la de Evaristo es una excepción.

Contaba Iribarren que cuando el cardenal Benavides visitó un pueblo de la Ribera, se topó con una ronda y les pidió una copla alusiva. El bertsolari jotero no lo dudó:

    Que nos dé fruto la tierra
    y nos den uvas las vides
    y que se vaya a hacer ostias
    el Cardenal Benavides

Eso era la jota. La 3ª edición publicada en 2013 saca del olvido cientos de coplas más, desde el siglo XVI hasta la actualidad. Como esta:

    Allá va la despedida
    que echamos en la Ribera:
    Que los que están en la cárcel
    a la próxima estén fuera.

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