Familiares. Castigo añadido

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En SASOIA compartimos militancia con familiares de personas presas y exiliadas y, aunque el sufrimiento lo llevan en silencio, captamos la gran preocupación que acompaña a sus vidas.

Conocemos la angustia que supone no saber dónde se encuentran sus hijos e hijas, pendientes continuamente de la noticia que nunca llega, con miedo constante de lo que les pueda suceder.

Somos conscientes de lo que significa tener a familiares deportados en sitios lejanos, en situaciones económicas duras, sin trabajo, con una salud precaria y sintiéndose vigilados

Compartimos su impotencia cuando sus familiares están en las cárceles. “Siempre nos dice que está bien, pero no nos lo creemos“ nos comentan a menudo. Y no les falta razón para no creerles, porque saben que están a merced de funcionarios que castigan porque sí, porque saben que la comida de las cárceles es de mala calidad, porque, aun dentro de la cárcel, están aislados en total soledad con los problemas psicológicos que esto acarrea, porque, a ciencia cierta, con las leyes de la cárcel nunca se sabe cuándo saldrán, porque en los constantes traslados se pasan días en paradero desconocido, porque, si están enfermos, se encuentran en el peor sitio para curarse, porque es difícil entenderles cuando, a pesar de todo esto y con riesgo constante, siguen luchando por los mismos ideales, porque saben que, si se desmoronan, les invade la tristeza infinita.

Las políticas de venganza que sufren las personas presas las sufren también sus familiares y a este sufrimiento deben añadir la impotencia de no poder ayudarles.

Con qué gran esfuerzo emprenden el largo camino para que no les falte la visita. Arriesgan su salud y su vida por posibles accidentes, no sabiendo nunca lo que pueden encontrarse en su viaje (insultos, apedreamiento de autobuses, o sucesos peores), perdiendo días de trabajo porque el turno de visitas lo establecen los propios carceleros, consumiendo las vacaciones haciendo turismo de cárcel en cárcel, sacando dinero de donde no hay para pagarse los viajes, comprarle ropa y darle un poco de dinero para que pueda comprar algo en el economato.

Está claro que en estas situaciones la costumbre no acostumbra.

Otros familiares pueden hacer menos, porque el peso de los años o las enfermedades les impiden hacer esos viajes tan largos y viven muy de lejos de algo que tenía que ser muy cercano, el amor del hijo, de la hija.

¿Y a todo esto, la ley qué? El hazmerreír. Por ley, por su propia ley, nada de esto debería suceder, pero los primeros en no cumplir la ley son los que la hacen y, si en su propio beneficio hay que cambiarla, la cambian que para eso se hace, para que sirva a sus intereses y se convierta en una pura venganza. Nuestros presos y presas son rehenes de unos estados que anteponen la unidad indivisible de su país a los derechos de los pueblos.

Hoy las personas de SASOIA queremos denunciar esta situación y exigimos que los Derechos Humanos (cuyo día internacional se celebra este día 10) se cumplan con las personas exiliadas, deportadas y presas y que desaparezca el castigo añadido de los familiares.

Invitamos a las personas mayores a mostrar su solidaridad con los familiares y a exigir al Estado español que dé un giro en su política penitenciaria, siendo el primer paso el acercamiento a Euskal Herría de todos los presos y presas.

Con este objetivo os invitamos a la cadena humana que Etxerat convoca para el día 10, día internacional de los derechos humanos.

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