Acto recordatorio en Buñuel de las 52 víctimas asesinadas en esa localidad en 1936
Este pasado sábado se celebró en Buñuel un acto recordatorio de las 52 víctimas asesinadas en esa localidad en 1936. En este día hace 81 años, hubo una cacería de casa en casa de personas inocentes y que acabó al amanecer con los cuerpos de veinticinco hombres y una mujer acribillados a tiros y tirados en el campo de Borja.
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El homenaje consistió en un recorrido recordatorio por los diferentes lugares donde ocurrieron los criminales sucesos, con paradas en cada una de ellas donde se leyó un texto alusivo al lugar y a las personas asesinadas. En total fueron diez hermosos textos, algunos muy poéticos, escritos por el vecino Pedro José Francés y leídos cada uno de ellos por una persona diferente.
Los lugares visitados tienen la particularidad de que la derechona de Buñuel han hecho desaparece físicamente, para no dejar memorial alguna de aquellos trágicos sucesos que a algunos avergüenzan, especialmente a los descendientes de aquellos criminales… pero no a todos. Durante el recorrido una mujer que acudía a la Iglesia se enfrentó al grupo gritando “Viva España”, lo que demuestra que todavía las espadas están en alto…
El tercer texto leído en el recorrido decía: “Empezaremos el camino en este mismo punto en el que nos hemos convocado y reunido. Un hito de la historia de nuestro pueblo al que le han asestado un tajo de muerte hace unos días. Aquí estaba El Trinquete. Para la gente del pueblo era el lugar de encuentro en las horas de ocio en esos días de asueto y festivos. Días de holganza cuando los vecinos hacían común del común, al margen de las misas y rosarios, rogativas y procesiones. Durante generaciones entre las paredes más altas del pueblo fue el sitio propio en el que mirar y entender la vida, con unos ratos de contento y regocijo”.
Aquí, desde ese mismo día en el que ya no alcanza la memoria, se jugaba con una pelota de cuero, hechas sus entrañas con tripas de gato, que se lanzaba contra la pared dándole un fuerte golpe con la mano. La pared devolvía la pelota una y otra vez a la mano de otro jugador. Algunos días se hacían apuestas entre los jugadores y los espectadores. Los más infelices, siempre apostaban a favor de quienes perdieran… y así ganaban una nueva ilusión para otro día. Luego vino el cinematógrafo. Y los bailes con orquestinas.
Durante la República, desde la Asociación Iris creada para la organización de bailes, verbenas y actividades festivas para los jóvenes, celebraron en este lugar los bailes de los días de fiesta a la media tarde. Esta era una asociación de jóvenes de izquierdas.
En las fiestas de 1935 nació la Sociedad de baile Unión y Alegría. También para poder organizar bailes los domingos y días de fiesta, pero eso sí: desde las más elementales normas de la moral. Estaba la nueva sociedad gestada por algunos jóvenes que había puesto su voluntad en los designios de las derechas. Al baile unos entraban por una puerta y los otros por otra. En aquel verano de 1936 los jóvenes de la Unión y la Alegría salieron a matar a los jóvenes de la Asociación Iris… ¡y los mataron!
¿Dónde se puede encontrar otro hito más determinante en la historia de un pueblo que este Trinquete que acaban de derribar? ¡Pues nada que lo han derribado…! Solamente queda un hueco grande para llenarlo de lágrimas.
Después los participantes al acto, unas ciento cincuenta personas, se dirigieron a la Plaza de los Fueros allí donde quedaba El Hospital de San Juan. Pasaron por el Hospital de peregrinos y llegaron hasta el Hospital Municipal que se asentó hace cien años sujetando una torre campanario.
En este caminar, se encontraron con ese punto en el que confluyen: el pueblo, la senda del rio Ebro y el Cabezo del fraile. Allí explicaron la gran necedad histórica y ecológica que significó volar Los Pedretes. “Un día pensaron que había que volar los Pedretes. Llamaron a los militares y con cuatro cartuchos los volaron. Las autoridades fueron testigo para dar por buena la barbaridad. Una gran explosión en la que se mezclaron las aguas con las piedras reventadas de Los Pedretes, tiñó el cauce del río… ¡y destruyó las casas y los jardines de los peces que vivían allí…”
Todos esos testigos de la memoria de Buñuel han sido destruidos y hechos desaparecer por una mano necia. En su lugar ya no queda más que la ilusión de lo que fueron.
Para acabar el recorrido llegaron hasta la puerta del cementerio, en la esquina que sirvió de paredón en aquella noche del 26 de agosto de 1936. Contra ese muro asesinaron a Lucio y a Valentín.
Esa pared con la huellas de la balas y la cruz indestructible, en honor a los caídos de la derecha que jalona la entrada a la iglesia de Buñuel, son los únicos símbolos que se muestran orgullosos en ese pueblo. Las personas que desde lla política y del poder local mantienen todavía esa cruz en pie, son hijos de algunos de aquellos asesinos que se alzaron en armas contra la República aquel verano de 1936.