¿A qué llamamos cambio?

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La palabra cambio es una de las más repetidas últimamente por las y los portavoces de los distintos grupos políticos de Navarra.

Pero el concepto cambio varía su significado según quién lo utilice, no todos los grupos nos referimos a lo mismo cuando hablamos de cambio.

Por eso creo necesario un ejercicio de definición al respecto por parte de quienes utilizamos recurrentemente este concepto, y es lo que intentaré hacer, para lo cual es imprescindible un repaso de la situación en la que nos encontramos.

Los sucesivos gobiernos de UPN se han dedicado de manera pertinaz y sistemática a descapitalizar Navarra, y no me refiero a una descapitalización únicamente económica (de la cual el caso CAN es el paradigma), ha sido un intento de descapitalización general y profundo: socioeconómico, aplicando severos recortes sociales de todo tipo que afectan a una gran parte de nuestra sociedad y que han supuesto un ataque directo a los pilares básicos de nuestro estado de bienestar, mientras que a la vez se han gastado cuantiosas cantidades de dinero público, nuestro, en macroinfraestructuras innecesarias, económicamente inviables y absurdas. Servicios Sociales, Servicio Navarro de Salud, Educación, Cultura… han sufrido el abandono, cuando no el ataque, de un feroz afán privatizador de servicios, de dinero público. Afán que ha caracterizado a los gobiernos de UPN en una gestión francamente desastrosa y de la cual nos costará recuperarnos.

A todo esto debemos sumar la situación de déficit democrático en que UPN ha sumido a nuestra sociedad, gobernando a su capricho,  aunque para ello tuviera que recurrir a su aliado madrileño, vía Tribunal Constitucional, contra la voluntad de la mayoría de Navarra representada en su Parlamento, voluntad que Unión del Pueblo Navarro se ha negado a defender.

Pésima gestión, ruinosa para las arcas públicas, clientelismo, oscurantismo, nula transparencia, irregularidades varias,  dietas múltiples, opacas y fraudulentas, escándalos fiscales… se han convertido en la marca de UPN, quien se autoproclama “Garantía de Navarra”, ¡todo un sarcasmo!

Pero no nos engañemos, UPN no pudo haber llevado adelante su política de descapitalización de Navarra sin contar con el apoyo imprescindible, fiel y constante de su aliado, el PSN, quien tuvo en su mano evitar y poner fin a tanto despropósito pero que eligió seguir siendo parte de ese régimen, opaco, oscuro, antisocial y poco democrático.

La situación en la que nos encontramos es seria, grave, es una situación de emergencia, tenemos que reconstruir entre todas y todos, desde la base, esa Navarra que el régimen UPN-PSN se ha empeñado en destruir y para ello es necesario un cambio real, profundo y democratizador, donde la única línea roja admisible sea la de la corrupción y el clientelismo al servicio de los intereses de quienes sustentan ese régimen. Se acabó el tiempo de las excusas de líneas rojas ideológicas para impedir que nada cambie. Se acabó utilizar la exclusión para mantener un statu quo tan dañino para Navarra.

La reconstrucción de Navarra requiere un cambio de verdad, no un simple cambio de caras de quienes fueron actores protagonistas de su degradación, por eso digo que ese cambio ha de ser profundo y democratizador, para así poder garantizar la regeneración necesaria.

Oímos casi a diario a diferentes portavoces hablando de un cambio tranquilo y sereno. Claro que sí, tranquilo, sereno, pero sobre todo profundo, serio y comprometido, porque necesitamos mucho más que tranquilidad y serenidad para articular ese cambio que pueda garantizar la reconstrucción de la Navarra que la mayoría social deseamos, en la que las navarras y navarros podamos decidir cual queremos que sea nuestro modelo social, económico, cultural y educativo.

Nos espera un trabajo arduo, en el que todas y todos los que no hemos formado parte de ese régimen que ha esquilmado Navarra tenemos la enorme responsabilidad de llegar a acuerdos básicos sobre los que sustentar el profundo cambio que las mujeres y hombres de Navarra reclaman.

La realidad requiere de grandes dosis de generosidad, honestidad y altura de miras, nadie puede ni debe atribuirse la centralidad del cambio recurriendo al miedo al pasado, no es honesto, no es real y no contribuye a la reconstrucción de esa Navarra integradora, esa Navarra en la que todas las ideas y todos los proyectos puedan ser defendidos en igualdad de condiciones, en libertad, sin que por ello te llamen extremista.

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