Frente a las crisis presentes y futuras, unidad de acción transversal

En este contexto de pandemia, de duras medidas restrictivas y de otras que aminoren siquiera su amplio y profundo impacto, nos parece necesaria también una reflexión proactiva. A ella, modestamente, deseamos contribuir con el presente escrito.

Amaia Zubieta, Javier Echeverría, Guillermo Múgica, Chema Berro

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Es posible que la crisis sanitaria se encuentre en vías de ser controlada pero la crisis económica y social no ha pasado, y ya nadie duda que sus efectos serán extensos y duraderos. Por ello debemos tomar conciencia de que si no hay una respuesta social contundente lo serán más de lo previsible.

Se impone por tanto una apelación al tejido social organizado y no organizado, a las distintas sensibilidades y tradiciones políticas, para que busquen el camino hacia alianzas y solidaridades transversales lo más amplias posibles.

La experiencia de otras crisis anteriores nos confirma que la única vía posible de contestación, realmente influyente, es la unidad de acción fruto de procesos abiertos y colaborativos, capaces de articular herramientas colectivas de organización y movilización. Cultivando activamente el consenso, superando la fragmentación de iniciativas y en torno a ejes básicos. Cuales sean estos, lo dirán las circunstancias y los actores que participen. En este momento solo nos atrevemos a destacar algunos previos que no por obvios conviene dejar de reseñar.

Lo prioritario ahora es atender a los sectores más vulnerables, los de ahora y los de siempre (mayores, mujeres, jóvenes, migrantes, etc.), golpeados directamente por la pandemia. La amenaza de una nueva ola de precariedad y pobreza, en definitiva, de una desigualdad excluyente todavía más acusada, exige aplicar medidas de urgencia que se sostengan todo el tiempo que sea necesario.

Para poder emprender un enfoque que sea paliativo y al tiempo regenerativo, de manera sostenible, debemos redoblar la defensa de lo común y lo público contra sus enemigos, empezando por la sanidad, los servicios y la educación. El objetivo es restaurar no tanto un estado del bienestar sino un estado de supervivencia digna (alimentación, suministros energéticos, vivienda, cuidados), que nos permita avanzar hacia una sociedad igualitaria más robusta, a la que no le afecten en lo básico las crisis por venir.

La dedicación a la resolución de la actual crisis nos debe llevar a desarrollar mecanismos anticrisis a medio y largo plazo que prevengan, minimicen y puedan ir enfrentando las crisis de fondo en las cuales estamos inmersos: del modelo económico capitalista, del modelo de cuidados, del modelo energético y medioambiental desarrollista, del modelo democrático representativo o del modelo patriarcal. En alguna medida, la crisis del coronavirus se imbrica y se agrava en este contexto de grandes crisis. Y es preciso tenerlo en cuenta.

Las soluciones a crisis globales como la actual requieren un activismo más maduro, que atienda la situación local pero que se abra y coordine con iniciativas de nuestro entorno inmediato y, en la medida de lo posible, a nivel transnacional. Solo remontaremos crisis planetarias si aprendemos la dura lección de esta, desde una perspectiva solidaria y coordinada, sin fronteras.

Para que el tejido social pueda intervenir hay que posibilitar genuinos espacios de participación, en los que el debate sea abierto y sin apriorismos ni censuras, en el cual podamos criticar la gestión de la pandemia y de las diferentes alternativas y, sobre todo, en el que las diversas propuestas dispongan de cauces para ser realmente tenidas en cuenta. Y esto no debe ser un reclamo retórico, sino un hecho en una democracia imperfecta pero real.

Todo este programa intuitivo de principios solo tendrá sentido si en algún momento, de alguna manera, sorteando las actuales dificultades, somos capaces de generar plataformas amplias, operativas y transversales, que se apoyen en las iniciativas que ya están trabajando, pero que incorporen a aquellos grupos y personas que todavía no pueden hacerlo. No solo las instituciones y los parlamentos o los partidos políticos y los sindicatos tienen la responsabilidad de hacerlo posible, sino también las organizaciones sociales y las personas podemos y debemos aportar nuestro granito de arena.

Las circunstancias actuales quizá no nos permiten reunirnos con normalidad y desarrollar a mayor escala este proceso pero sí observar, reflexionar, proponer y trabajar en la salida de esta crisis, esto es, plantar las semillas de la reactivación social. Todas las personas estamos llamadas a participar, también en Navarra, en nuestra localidad, en nuestro barrio, en nuestro círculo de amistades. Que la salida de la crisis sanitaria nos pille colaborando en la salida de la crisis social y económica. Desde la unidad de acción transversal es posible.

Gehiago