Ni somos soldados, ni estamos en guerra
En plena crisis sanitaria y declarado el estado de alarma por el Estado español, la imagen de ruedas de prensa cargadas de altos mandos policiales y militares se ha convertido en la imagen habitual de esta situación.
David Mangado Aranda Alternatiba
2020-ko martxoak 25
El discurso belicista y su lenguaje, poco a poco, se ha impuesto en el vocabulario y las conversaciones de población civil. Frases como “en estos tiempos de guerra, todos los días son lunes”, “en esta guerra todos somos soldados”, “disciplina”, etc. propias de la doctrina militar como el jefe de Estado Mayor de la Defensa, Miguel Ángel Villarroya, son parte del discurso oficial del gobierno español.
Este vocabulario no es solo empleado por policías o militares, ya que esta terminología ha calado en los discursos de población civil. La señora Rayo, miembro del Comité de Gestión Técnica del Coronavirus, o el propio Sánchez, teóricamente personas civiles, han llegado a usar términos y frases como “es importante mantener esta guerra”, “un ejército de profesionales sanitarios”, “el espíritu de servicio no es exclusivo de los militares”, “que todos nos comportemos como soldados” “tenemos una misión específica en esta batalla”, entre otras.
Esto forma parte de la utilización del miedo como técnica de amordazamiento y cuestionamiento de la responsabilidad individual y colectiva de la sociedad. Una suerte de excepcionalidad normalizada que pone en venta las libertades individuales y colectivas a cambio de supuesta seguridad.
El movimiento feminista lleva diciéndolo mucho tiempo. Es el discurso patriarcal y neoliberal de la necropolítica de la guerra que, desde lo simbólico, desde la construcción del relato, desde la realidad de la represión, contribuye a mantener lo que en esta crisis ha quedado tan evidente que es insostenible: el sostenimiento del mundo a costa del sometimiento y la explotación de las mujeres y de los colectivos excluidos y vulnerabilizados. Hablamos de las personas racializadas, de las que no tienen papeles, de las trabajadoras del hogar y de los cuidados, etc. Hombres cargados de armas en todas las portadas, mientras las mujeres siguen sosteniendo el mundo gratis y explotadas también durante la crisis del covid-19.
Como ya anunció días atrás el señor Grande-Marlaska, el despliegue de efectivos de la UME y otros cuerpos policiales y militares por todo el territorio del Estado español iba a ser cuestión de días. Teóricamente, sus tareas iban a ser de “desinfección y limpieza para prevenir la expansión del virus”. Recordemos que estamos hablando de cuerpos policiales y militares, ¿sus funciones habituales son las de limpieza y desinfección? ¿No existen personas trabajadoras con mayor conocimiento sobre estas tareas? ¿Qué nos quieren colar con este despliegue de “ejércitos de limpieza y desinfección”? ¿Acaso solo buscan una limpieza de cara de estos cuerpos y reafirmar que su existencia es necesaria?
El desembarco de estos efectivos durante el fin de semana en diferentes puntos de Hego Euskal Herria como Tutera, Mendabia, Tafalla, Iruña, Gasteiz o Bilbo, ha sido notable y ruidoso. Recordemos que sus tareas eran las de desinfección y limpieza de lugares como aeropuertos, delegaciones del Gobierno, residencias, etc. y no era necesario dar imágenes más parecidas a un desfile militar, cánticos y gritos de “por España hasta morir” como lo que se pudo ver, por ejemplo, en Mendabia, Lizarraldea.
Con esta utilización de la doctrina del miedo, el discurso bélico constante desde las instituciones civiles del Estado español o este despliegue y muestra de fuerza militar… ¿A dónde nos quiere llevar? ¿Seguro que no hay intereses detrás de toda esta puesta en escena? ¿Por qué un despliegue militar tan notorio para labores de saneamiento?
Que este escenario y situación excepcionales no nos hagan perder nuestra conciencia crítica. Frente a los valores militares de la disciplina, el espíritu de servicio y la moral de victoria que tanto se defienden, también desde las instituciones civiles del Estado español, apostamos por unos valores civiles y cívicos como los que defendía el movimiento popular de la Insumisión: confianza, solidaridad, empatía, apoyo mutuo y reflexión colectiva.
Lo que necesitamos para poder salir de esta situación no son muestras de fuerza y poderío cargadas de testosterona. Lo que se necesita para salir de esta crisis —recordemos, sanitaria—, es más personal —precisamente— sanitario, más material de protección, una buena red comunitaria que ponga el foco y responda a los cuidados y necesidades más esenciales de las personas.