¡Sálvame!
¡Se sienten, coño! Gritaban las fuerzas armadas que asaltaban el plató de Sálvame, Telecinco, en horario de máxima audiencia. A partir de ese momento los acontecimientos se agolpaban de manera frenética:
Txus Najera
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Jorge Javier, el único que se mantuvo de pie, haciendo
frente al miedo, forcejeaba por el micro con un soldado. Un tiro en el pie, al
más puro estilo Froilán, obligó al presentador,
cesado ya por la fuerza de las armas, a recostarse sobre el sillón del
polígrafo. El aparato evidenció que incluso los gritos de dolor del menda eran falsos.
Kiko Matamoros, oculto tras la pantalla gigante del plató,
buscaba en google, en su iPhone 8 Plus Gris espacial, los próximos vuelos a
Bélgica, le venían a la cabeza por lo
menos 155 motivos para huir del país.
Carmele Marchante optaba por pelear y chateaba por
WhatsApp con Emma García. Ya se estaban organizando los chicos y chicas de
Hombres Mujeres y viceversa para defender su derecho a no decir nada de
interés, frente a la opresión y la sinrazón aplicadas manu militari.
La solidaridad llegaba, incluso, desde Atresmedia, no
dudando en volcar su línea editorial a favor de la libertad de expresión. “Hoy
es Mediaset, mañana podemos ser nosotros” decía Pablo Motos, instantes antes de
dar paso a las hormigas Trancas y
Barrancas que habían preparado una sección especial, muy graciosa, en la que
a través de una aplicación de Android se podía poner orejas de burro a los
militares invasores así como narizotas de payaso y otros elementos muy evocadores.
Un sinfín de “youtubers” se coordinaron para crear un
estilismo propio en oposición a la ocupación por la fuerza del plató de
Sálvame. Este consistía en llevar una prenda blanca en la que destacaría un
lazo de color dorado, como las burbujas de Freixenet, que se podía obtener
rápidamente a través de Amazon.
Soraya Saenz de Santamaría se propuso a sí misma para
crear una coreografía reivindicativa que la ciudadanía debía interpretar en
todas las plazas de los ayuntamientos de pueblos y ciudades. La banda encargada
del play back, las Nancys Rubias. Iceta se apuntó enseguida al baile, lo
comunicó a través de Twitter.
Pablo Iglesias, que tachó esta última iniciativa de
paripé, montó un acto propio en Vistalegre. Quiso acompañar con su guitarra al
Consejo Ciudadano que había formado un coro para interpretar una canción
de Javier Krahe a la que habían cambiado la letra para la ocasión.
Albert Rivera polemizaba con el resto de fuerzas
políticas argumentando que lo que la democracia necesitaba en estos momentos de
máxima tensión era tomar medidas antidemocráticas de forma urgente. El mensaje
caló en la población, las encuestas así lo indicaban.
Inda, exaltado, publicó en primicia las primeras mentiras
sobre el comando atacante, que si bolivarianos, islamistas, norcoreanos,
feminazis, catalanes, … Mantenía su sonrisa impasible y burlona en las
conexiones en directo con Ferreras, sentado en la mesa de su redacción,
ofreciendo más periodismo.
La izquierda más radical no fue capaz de consensuar un
comunicado unitario debido a profundas diferencias entre bloques, relativas a
cuestiones trascendentales tanto en el plano analítico como estratégico. No
merece la pena describirlas, no las entenderíais.
Mientras, la tensión crecía en el plató de Sálvame. El
público, procedente de Cantabria, Madrid y Murcia, enmudecía de pavor y
obedecía escrupulosamente las órdenes que emanaban de los soldados. Era la Mayoría Silenciosa,
que con su contundente inacción oponía un fuerte muro de contestación a la
injusticia.
En un momento dado, cuando el sedicioso comando había
asegurado ya todas sus posiciones y habían tomado el mando de la realización
del programa, su líder, que ocultaba su rostro con un antifaz, mirando a cámara
destapó el pastel. La acción
armada respondía a una agresiva campaña publicitaria de la última serie de
Netflix, que próximamente podríamos disfrutar en nuestras pantallas. Cuando el
enigmático personaje destapó su rostro y todo el mundo pudo reconocer a José
Coronado, un estallido de júbilo se apoderó de las casas, las calles y las
redes.
Todo era broma, la libertad de expresión no estaba realmente
en riesgo, Sálvame podía continuar en antena.