El 47, memoria colectiva de nuestra Clase

Carlos Guzmán Pérez

Contigo Navarra - Zurekin Nafarroa

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Desde que hace unas semanas se entrenara la película El 47, en las principales salas de cine de nuestro país se está rindiendo un bonito y necesario tributo a una pequeñita parte de nuestra Historia. Esta pequeñita parte de nuestra Historia erige a las migraciones internas de mediados del siglo pasado como protagonistas de la construcción de la España de nuestros días. Esas migraciones internas, de las que muchos de los navarros y navarras de hoy somos orgullosos hijos o nietos, dejaron atrás la miseria del campo en un contexto de oscura dictadura, para labrarse un futuro digno en torno a la expansión industrial de Madrid, Barcelona, País Vasco o de nuestra Navarra. Al igual que quienes hoy llegan a España jugándose la vida en una patera o amarrados a los bajos de un camión, hace unas pocas décadas, aquellos migrantes de otras regiones españolas no lo tuvieron nada fácil en nuestras ciudades, y en primera persona sufrieron el rechazo y la crueldad siendo tachados de charnegos, maquetos o fuleros.

Este emocionante largometraje, protagonizado por Manuel Vital, un migrante extremeño asentado en la barriada barcelonesa de Torre Baró, relata las luchas vecinales de este barrio por conseguir los servicios públicos más básicos como por ejemplo los abastecimientos de agua corriente y de luz eléctrica. Concretamente, la reivindicación de una línea de transporte urbano que conectase esta barriada del extrarradio con el centro de la ciudad condal al que diariamente acudían a trabajar los vecinos y vecinas de Torre Baró, es la microhistoria que estructura la trama la película.

En tiempos en los que el neoliberalismo ha impregnado por completo nuestra sociedad y el individualismo se erige como patrón de comportamiento mayoritario, desde la izquierda política, social y sindical, debemos recuperar para la memoria colectiva de nuestra Clase referentes como los de Manuel Vital y los del resto de sus camaradas y vecinas.

En esta película, se presenta a Manuel Vital como un conductor de transporte público, “rojo”, y viejo líder vecinal y sindical, que prácticamente en solitario conquistó la deseada línea de transporte público mediante el reivindicativo secuestro del autobús de la línea 47 que el mismo conducía. En buena medida todo ello es cierto, pero la película olvida señalar algunos elementales apuntes biográficos necesarios para contextualizar correctamente aquel suceso. Manuel Vital no fue un superhéroe españolizado ni un lobo solitario que de buenas a primeras ideó aquel simbólico secuestro. Manuel Vital era un militante del PSUC (la organización catalana del Partido Comunista de España – PCE) y de las entonces incipientes Comisiones Obreras (CCOO), que de manera colectiva participó en una acción político-reivindicativa ideada y planificada por su Partido.

En aquella segunda mitad de la dictadura franquista y durante la Transición, la Clase Trabajadora, la migrada de regiones eminentemente agrarias como Extremadura, Andalucía o las Castillas, junto con la autóctona, mediante su titánico trabajo, su activismo social y su militancia política y sindical, construyeron los barrios y las ciudades que hoy en día conocemos. En los Nou Barris de Barcelona, en los madrileños barrios de el Pozo del Tío Raimundo de Vallecas, de Orcasitas o de la Ventilla, o en buena parte de los barrios obreros de nuestra Comarca de Pamplona, las Asociaciones de Vecinos se constituyeron en potentes herramientas de solidaridad y para la transformación social. En todos nuestros barrios obreros, frente a la dejación y el olvido institucional de aquel régimen moribundo, fueron sus vecinos y vecinas quienes, mediante la concienciación, la movilización y la organización conquistaron unos desarrollos urbanísticos dignos.

La época de Manuel Vital queda ya lejana en el tiempo. Pero nuestra Clase, la Clase Trabajadora, sigue necesitando de nuevos Vitales que organicen y dinamicen la movilización social que defiende el interés colectivo y conquista el progreso social. Dejando la añoranza a un lado, debemos recuperar la solidaridad y la fraternidad que durante aquella época reinó entre los trabajadores y las trabajadoras de nuestro país, como valores que guíen el devenir de quienes no tenemos más que nuestra fuerza de trabajo como único patrimonio.

Últimamente, en esta nuestra Navarra, están siendo las y los docentes de la Educación Pública las que están ofreciéndonos un honorable ejemplo. Con las convocatorias de Huelga del pasado 26 de septiembre y del próximo 29 de octubre, frente a cierta miopía gubernamental, el profesorado navarro está defendiendo la calidad de nuestro sistema educativo público, pero sobre todo, está dando la mejor lección de vida posible a su joven alumnado; los derechos no son regalados, los derechos se conquistan. En contraposición a las celebrities de televisión y a los influencers millonarios que nos proyecta constantemente la sociedad del consumo, la mayoría social trabajadora necesitamos honestos referentes de carne y hueso como estas heroínas y héroes de bata blanca.

En El 18 de brumario de Luis Bonaparte, Kar Marx señalaba que “La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”. En un contexto planetario cada vez más sombrío y oscuro, para evitar esa miserable farsa a la que hacia referencia Karl Marx, la Clase Trabajadora debemos conocer y honrar nuestra Memoria colectiva, compuesta por miles de microhistorias como la Manuel Vital y las del resto de sus camaradas y vecinas.

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